Ya ad portas del último trimestre del año, estaba yo pensando en la proximidad de la navidad y unas cuantas buenas fechas (mi cumpleaños incluído), cuando de repente me vino a la cabeza que antes de que la mejor época del año llegue, hay que pasar una prueba de fuego de la que no todos salimos ilesos: Halloween.
Indagando sobre la palabrita, me doy cuenta de que su orígen de remonta a las festividades de los pueblos celtas, en donde se veneraba a los espíritus de quienes habían fallecido y se encendían luces para iluminarles el camino hacia la otra vida.
Me pregunto entonces...¿en qué momento dejamos que una celebración que sin duda tuvo inicios sagrados, se convirtiera en un desfile interminable y aborrecible de niños con los atuendos más ridículos que se pueda imaginar y llorando a grito partido por un miserable dulce?...porque no nos digamos mentiras, Halloween, el "día de los niños" o el "día de las brujitas" es una auténtica pesadilla.
No puedo imaginar a alguien en su sano juicio (todos los padres quedan descartados, porque para ser padres hay por principio, que haber perdido el juicio) desee encontrarse en una vía de gran afluencia de público, rodeado de cualquier cantidad de mocosos de todas las edades, que van vanagloriandose, como si el ridículo atuendito en miniatura que llevaran, les quitara por una noche el aura detestable de ciraturas malcriadas, y peléandose entre ellos por llenar baldesitos y calabacitas de dulces, que se consiguen en cualquier tienda de barrio por $50, cuando no es de los que dan junto con la factura a falta de sencillo para el cambio.
Y es que si existe una verdad absoluta, esa es que un niño por principio es fiel impulsor de la sociedad de consumo. Llevan 10 meses completos del año, desangrando los bolsillos paternos inmisericordemente en las salas de cine, viendo cuanto estreno en pantalla grande se le ocurre lanzar a Disney, Pixar y Dreamworks. A mediados de Septiembre empieza el dilema para los padres, sobre cuál de los 22 personajes de película animada tendrán que comprar el disfraz, eso cuando a las criaturas no se les ocurre, que tienen que verse como su personaje de juego de video favorito (que no necesariamente coincide con las películas de estreno) y resulta que el vestido, en el mejor de los casos hay que mandarlo a elaborar a la medida.
Cuando el tan esperado día llega (y los ilusos padres respiran aliviados al ver a sus retoños vestidos y sonrientes), empieza el auténtico viacrucis. Porque un disfraz no tiene sentido si no se sale a la calle a lucirlo, si no se va de puerta en puerta pidiendo dulces, si no se llora en cada esquina y si no se entra en rencilla con otro niño que lleve el mismo atuendo. Cabe aclarar que adicional al disfraz deben adquirise docenas de baldes en miniatura para guardar los dulces y zapatos tenis de zuela hiper resistente para la caminata de lado a lado de la ciudad.
Es aquí cuando empiezo a confirmar la naturaleza manipuladora, maquiavélica, y sumamente convencionalista de los niños, ¿por qué cuando acompañan (a las malas) a sus padres a cualquier diligencia de banco, se cansan a las tres cuadras, se deshidratan con el sol entre las nubes y rompen a llorar ante cualquier roce, y desesperan por cinco minutos sentados en una sala de espera, mientras en Halloween resisten estóicamente y sin queja alguna caminatas de 20 y más cuadras, no piden una gota de agua, aunque la temperatura a la sombra alcance los 40° y estén atiborrados de dulce, ni se inmutan por la marea humana de niños y padres que los acosan y empujan por el último supercoco tirado en el piso de una tienda, ni emiten sonido después de cinco horas sentados en el piso de un centro comercial viendo un par de payasos diciendo tonterías?
Afortunadamente ya tengo planes para Halloween, que ni de riesgos me cogerá en una vía importante de la ciudad, ni me atrapará en algún centro comercial decorado horriblemente con alguna bruja llena de verrugas. Me encerraré en la comodidad de mi hogar y haré mofa de los noticieros y sus recomendaciones bobas de siempre, sobre el cuidado de los niños y la antológica sentencia de "no recibir dulces a extraños". Y mientras los padres desesperados (si, esos mismos arrepentidos de no haberse tomado la pastilla, haberse puesto el caucho, o aplicado a tiempo la inyección) nadan entre multitud de pitufos, cars en miniatura, imitaciones de germán es el man y varios ejemplares de Toy Story (de cuyos nombres no tengo idea, ni buscaré referencias), yo descansaré sobre mi hamaca, leyendo algún buen libro sobre cómo invertir las finanzas o los 1001 sitios que hay que visitar antes de morir...nada ambicioso, solo planes de soltero, sin hijos, ni disfraces.
martes, 27 de septiembre de 2011
domingo, 28 de agosto de 2011
Eternamente criaturas
Siempre he escuchado que ser padre le cambia totalmente la vida a las personas. No se si sea cierto, pues nunca he experimentado la sensación, pero hay que admitir que definitivamente ser padres, cambia la percepción del mundo que las personas han tenido hasta entonces.
Y no estoy hablando de la forma en como se percibe la vida, ni lo invaluable que resulta una sonrisa, o lo apetecible que puede ser levantarse cada hora durante un mes seguido, atendiendo las necesidades nocturnas del nuevo habitante del planeta. No. Hablo de la percepción de realidades, que se modifican automáticamente cuando alguien se convierte en "padre". Mil formas tienen papá y mamá para llamar a sus hijos. "Papito" "mamita" "chiquito" "chiquita" "nene" "nena" y varios pares de etc's. Una forma tierna de llamar a una criatura sin duda alguna; hasta las 5 años ha de ser indispensable, pues los pequeños necesitan de demostraciones palpables de afecto. Hasta los 10 años es total continuidad, hasta los 15 es costumbre, en adelante es una desfiguración total de la realidad.
Uno tiene que pasar por muchos malentendidos, vergüenzas y meteduras de pata para acostumbrarse, pero termina por hacerlo. A nadie se le puede pedir de entrada, que lo tome con naturalidad. La escena: va uno de visita a donde cualquier conocido; la matrona de casa, que generalmente suele llamarse con un nombre bastante fuerte y como diríamos los de esta generación "de señora", que debe pronunciarse siempre en su forma diminutiva y con el apellido completo, pero no el apellido de ella, el que le dieron al nacer; no. El apellido del esposo...la combinación resulta algo así como "Teresita de Contreras". La señora en cuestión aparenta una dulzura extrema, suele recibir a los invitados con bastante benevolecia y ser una anfitriona estrella, hasta que decide presentar a la familia, y es entonces cuando llama "al niño" o a "la niña". Uno que no ha sido padre y tiene aún la percepción del mundo ajustada a la realidad proporcionada que debe tener, se le ocurre un interesante apunte para romper el hielo "¿que grado de primaria cursa?" justo cuando uno termina de hacer la pregunta, la otrora dulce anfitriona lo fulmina con la mirada y es entonces cuando aparece "el niño" o "niña" que en el 90% de los casos tiene más años que uno.
No hay padre que se salve, yo lo he vivido en carne propia. Alguna vez ya cruzando los 19 años y tirando casi a los 20, fuimos a almorzar con motivo del cumpleaños de mi papá a un bonito restaurante. Un mesero de lo más jovial se acercó a tomar el pedido y cuando mi mamá empezó a ordenar, lo inauguró así: "hágame el favor y a LA NIÑA no le trae sopa, porque no le gusta", el muchacho, totalmente desconcertado miró en derredor buscando a "la niña", que adicional con el apunte sobre la sopa, debía con toda seguridad estarse imaginando a alguna infante caprichosa. Ante la palpable ausencia de "la niña" el mesero volvió a mirar a mi mamá y antes de pronunciar las palabras, que ella ya había adivinado (¿cuál niña?), se encontró con la peor de las miradas asesinas, que sólo un padre protector puede hacer y al mirarme descubrió sudando quién era la niña. La misma situación la viví bajando de un bus intermunicipal, después de un viaje con mis papás..."esa maleta rosada es la de la niña", resultado: ayudante de bus buscando a la niña para entregarle una maleta para colmo rosada y se estrelló con la misma mirada asesina que tuvo que aguantar el mesero, y entregarle la maleta rosada a una mano, cuya altura rebasaba bastante, los límites inicialmente buscados. Claro que en parte la culpa es mía por comprar la maleta rosada.
Psicológicamente hay que prepararse para todo. Para pasar las vergüenzas mas atroces, cuando en lugares públicos uno sea llamado "el niño" o "la niña", pero también para no sorprenderse cuando le anuncien la presencia de un infante en la casa y el susodicho resulte medir como mínimo 1.80. Es parte de la vida...de este mundo moderno lleno de padres amorosos, que pueden ver a sus hijos el doble de altos que ellos mismos y seguir llamándoles siempre "papito"...hay que mentalizarse a ser "eternamente criaturas", por lo menos hasta que mamá y papá falten...
Y no estoy hablando de la forma en como se percibe la vida, ni lo invaluable que resulta una sonrisa, o lo apetecible que puede ser levantarse cada hora durante un mes seguido, atendiendo las necesidades nocturnas del nuevo habitante del planeta. No. Hablo de la percepción de realidades, que se modifican automáticamente cuando alguien se convierte en "padre". Mil formas tienen papá y mamá para llamar a sus hijos. "Papito" "mamita" "chiquito" "chiquita" "nene" "nena" y varios pares de etc's. Una forma tierna de llamar a una criatura sin duda alguna; hasta las 5 años ha de ser indispensable, pues los pequeños necesitan de demostraciones palpables de afecto. Hasta los 10 años es total continuidad, hasta los 15 es costumbre, en adelante es una desfiguración total de la realidad.
Uno tiene que pasar por muchos malentendidos, vergüenzas y meteduras de pata para acostumbrarse, pero termina por hacerlo. A nadie se le puede pedir de entrada, que lo tome con naturalidad. La escena: va uno de visita a donde cualquier conocido; la matrona de casa, que generalmente suele llamarse con un nombre bastante fuerte y como diríamos los de esta generación "de señora", que debe pronunciarse siempre en su forma diminutiva y con el apellido completo, pero no el apellido de ella, el que le dieron al nacer; no. El apellido del esposo...la combinación resulta algo así como "Teresita de Contreras". La señora en cuestión aparenta una dulzura extrema, suele recibir a los invitados con bastante benevolecia y ser una anfitriona estrella, hasta que decide presentar a la familia, y es entonces cuando llama "al niño" o a "la niña". Uno que no ha sido padre y tiene aún la percepción del mundo ajustada a la realidad proporcionada que debe tener, se le ocurre un interesante apunte para romper el hielo "¿que grado de primaria cursa?" justo cuando uno termina de hacer la pregunta, la otrora dulce anfitriona lo fulmina con la mirada y es entonces cuando aparece "el niño" o "niña" que en el 90% de los casos tiene más años que uno.
No hay padre que se salve, yo lo he vivido en carne propia. Alguna vez ya cruzando los 19 años y tirando casi a los 20, fuimos a almorzar con motivo del cumpleaños de mi papá a un bonito restaurante. Un mesero de lo más jovial se acercó a tomar el pedido y cuando mi mamá empezó a ordenar, lo inauguró así: "hágame el favor y a LA NIÑA no le trae sopa, porque no le gusta", el muchacho, totalmente desconcertado miró en derredor buscando a "la niña", que adicional con el apunte sobre la sopa, debía con toda seguridad estarse imaginando a alguna infante caprichosa. Ante la palpable ausencia de "la niña" el mesero volvió a mirar a mi mamá y antes de pronunciar las palabras, que ella ya había adivinado (¿cuál niña?), se encontró con la peor de las miradas asesinas, que sólo un padre protector puede hacer y al mirarme descubrió sudando quién era la niña. La misma situación la viví bajando de un bus intermunicipal, después de un viaje con mis papás..."esa maleta rosada es la de la niña", resultado: ayudante de bus buscando a la niña para entregarle una maleta para colmo rosada y se estrelló con la misma mirada asesina que tuvo que aguantar el mesero, y entregarle la maleta rosada a una mano, cuya altura rebasaba bastante, los límites inicialmente buscados. Claro que en parte la culpa es mía por comprar la maleta rosada.
Psicológicamente hay que prepararse para todo. Para pasar las vergüenzas mas atroces, cuando en lugares públicos uno sea llamado "el niño" o "la niña", pero también para no sorprenderse cuando le anuncien la presencia de un infante en la casa y el susodicho resulte medir como mínimo 1.80. Es parte de la vida...de este mundo moderno lleno de padres amorosos, que pueden ver a sus hijos el doble de altos que ellos mismos y seguir llamándoles siempre "papito"...hay que mentalizarse a ser "eternamente criaturas", por lo menos hasta que mamá y papá falten...
lunes, 22 de agosto de 2011
El mundo vs. Yo
Hay días en que es inevitable, jornadas en las que simplemente todo sale mal, horas enteras en las que me encantaría sumergirme de cabeza en un estanque para no salir nunca más a la superficie. Pero para desgracia mia soy demasiado cobarde como para inflingirme un daño físico suficiente como para pasar varios días de visita en una clínica. Sin contar que una vez dada de alta terminaría como mínimo en un hospital psiquiátrico, y no gracias...no quiero arruinar la vida de aquellos profesionales de la salud que se dedican a cuidar personas inofensivas.
Soy fuerte, si, llorar no es algo muy común en mi. No por orgullo, no. Es sólo que las lágrimas de alguna forma me parecen un desperdicio y además odio dar explicaciones a quién no debo. Un conocido de esos fugaces, se me quedó porque alguna vez me dijo una frase que recordaré para siempre: "No le cuente sus problemas a la gente: a la mitad no le importan y la otra mitad se alegra", creo que es una verdad de la sabiduría popular, muy acertada. Me cuesta transmitir lo que siento, no puedo sencillamente echarme a llorar sin detenerme, mientras le cuento a alguien más mis desgracias. En lugar de eso, me trago entero todo y le doy al mundo la mejor cara que puedo hacer ante esta realidad de perros.
Hoy es uno de esos días en que el mundo está de cabeza; redescubrí como quién redescubre el agua tibia, que mis papás son unos egoístas, que el mundo laboral es el peor invento, que Osho tiene razón y la única manera de sentirse importante es siendo un poco o muy miserable, y que el mundo no será más humano, ni aunque se reinvente sus propias mentiras.
No me cortaré el cabello como mi gran amiga, para quitarse de encima las cosas malas, en parte porque tengo una batalla rebelde que librar con mi mamá y ahora cobra mayor sentido, y en parte, porque yo soy de decisiones más radicales y ya decidí cuando, como y dónde dejar una huella imborrable sobre mí misma.
Hoy 22 de Agosto puedo decir que odio al mundo y sus majaderías...hoy digo tranquilamente que a este mundo le dicen Luis VL, porque Luis XV era un HP...
Soy fuerte, si, llorar no es algo muy común en mi. No por orgullo, no. Es sólo que las lágrimas de alguna forma me parecen un desperdicio y además odio dar explicaciones a quién no debo. Un conocido de esos fugaces, se me quedó porque alguna vez me dijo una frase que recordaré para siempre: "No le cuente sus problemas a la gente: a la mitad no le importan y la otra mitad se alegra", creo que es una verdad de la sabiduría popular, muy acertada. Me cuesta transmitir lo que siento, no puedo sencillamente echarme a llorar sin detenerme, mientras le cuento a alguien más mis desgracias. En lugar de eso, me trago entero todo y le doy al mundo la mejor cara que puedo hacer ante esta realidad de perros.
Hoy es uno de esos días en que el mundo está de cabeza; redescubrí como quién redescubre el agua tibia, que mis papás son unos egoístas, que el mundo laboral es el peor invento, que Osho tiene razón y la única manera de sentirse importante es siendo un poco o muy miserable, y que el mundo no será más humano, ni aunque se reinvente sus propias mentiras.
No me cortaré el cabello como mi gran amiga, para quitarse de encima las cosas malas, en parte porque tengo una batalla rebelde que librar con mi mamá y ahora cobra mayor sentido, y en parte, porque yo soy de decisiones más radicales y ya decidí cuando, como y dónde dejar una huella imborrable sobre mí misma.
Hoy 22 de Agosto puedo decir que odio al mundo y sus majaderías...hoy digo tranquilamente que a este mundo le dicen Luis VL, porque Luis XV era un HP...
sábado, 13 de agosto de 2011
Diatriba por el derecho a mantener lejos a los infantes II
No me gustan los niños, pero eso ya lo había dicho. Detesto todas y cada una de sus ocurrecias, imprudencias, y majaderías; el único modelo posible de niño que puede gustarme es el que yo misma era cuando tenía esa edad (con ésto de paso respondo cualquier estúpida pregunta o refriegue de madre desconsolada de que "usted también pasó por ahí"), pero dado que gracias a la psicología, psicopedagogía, psicología infantil y unas cuantas pseudociencias más, los padres de hoy en día no tienen el derecho legal de educar a sus hijos, es imposible esperar que un niño sea bien portado. Y no es que yo tenga tantos años, otro cuento es que mis papás me tuvieron tarde y por tanto traían con ellos una mentalidad educativa en donde las cosas se decían sin adornos y sin pendejadas, y aunque ya la época de "la letra con sangre entra" era cosa del pasado, no se les arrugaba nada cuando en su sabiduría, había necesidad de entrar a educar y apretar las riendas.
Hoy en día, encontrar padres conscientes es un milagro absoluto (y yo no creo en milagros); uno ve en un restaurante de lo más elegante, revolotear un par de mocosos, que acaban el tímpano de los comensales, utilizan la pared de lienzo artístico y destruyen la decoración del lugar, y no hay un sólo adulto que se atreva a decirles una sílaba que detenga a los terremotos. Cuando yo tenía la edad de ellos, permanecía sentada obedientemente frente al plato, comía lo que era capaz de consumir y permanecía con mi ropa impecablemente llevada, durante toda la cena. Por supuesto, yo contaba con una madre que al menor asomo de berrinche por disgusto con el plato, me propinaba un discreto pellizco; levantarme de la mesa a dar vueltas por el sitio era sencillamente algo que nunca se me ocurriría y ensuciar un vestido, una conducta que hubiera merecido la peor mirada de mi padre. Pero como digo, ellos no estaban dispuestos a echar a perder un hijo.
Ahora los padres leen afanosamente libros que los "enseñan a ser padres" desde que el feto está en el vientre de la susodicha; ¿el resultado? colegios donde el cuadro de honor está desocupado, niños maleducados que no son capaces de apreciar la diferencia entre el patio de juegos de su casa y el restaurante de etiqueta de un club social, auténticos monstruos que corren con estrépito por centros comerciales y rompen todo a su paso, a lo que padres indignados (con los del centro comercial) responden con un altanero "¿cuanto le debo?" cuando un almacenista hace valer sus derechos, niños incapaces de tomar decisiones, resolver un problema o aceptar sus resposabilidades. El año se perdió para todos - y digo todos porque muchos aunque no tengamos hijos, hemos sido víctimas de los hijos de otros - cuando los padres dejaron de darle importancia al respeto, a los valores y la rectitud y empezaron a dejarse guiar de libros escritos por psicólogos que con toda seguridad no tienen hijos.
Detesto a los niños; me indispone de forma total que corran alrededor mío - como si yo fuera un árbol - en cualquier sitio público; odio que mis amigos me presenten a sus hijos y estos me sometan a un interrogatorio sistemático en donde cada pregunta empieza con un adrede "por qué" que destroza los nervios a cualquiera; me consume una ira fría ver a un infante pateando el suelo con puños y pies, porque el padre se niega a comprar el juguete exhibido por falta de dinero (bien sabido es que un niño que no conoce privaciones, carece de cualquier carácter); me enferma sobremanera verlos comer sin un mínimo de modales en todo tipo de lugares donde vendan comida, como si lo mismo fuera comer pollo asado, que filete strogonoff; aborrezco ver como sitios que merecen respeto para una gran mayoría - como las iglesias - se convierten en campo de batalla entre las minúsculas criaturas, que carecen de autoridad bajo el techo de su casa; pero lo que más puedo odiar es que cuando algún padre reacciona y aplica correctivos orientados a enfocar la disciplina, tiene que huír por su vida, ante una turba de iracundos que amenazan al consciente individuo con estupideces que van desde el Bienestar Familiar, hasta el linchamiento en la vía pública.
Me fastidian francamente los niños y el problema no está en que sean niños, está en que los padres han olvidado educarlos, en que se enfrascan desde su concepción misma en detalles nimios como la decoración del cuarto y los padrinos y se olvidan que tienen una responsabilidad muy grande y de que dependiendo de lo bien o mal que lo hagan, pueden crear un gran ser humano o un auténtico monstruo.
Y la pesadilla no acaba aquí, quedan los años de la preadolescencia.
Continuará...
Hoy en día, encontrar padres conscientes es un milagro absoluto (y yo no creo en milagros); uno ve en un restaurante de lo más elegante, revolotear un par de mocosos, que acaban el tímpano de los comensales, utilizan la pared de lienzo artístico y destruyen la decoración del lugar, y no hay un sólo adulto que se atreva a decirles una sílaba que detenga a los terremotos. Cuando yo tenía la edad de ellos, permanecía sentada obedientemente frente al plato, comía lo que era capaz de consumir y permanecía con mi ropa impecablemente llevada, durante toda la cena. Por supuesto, yo contaba con una madre que al menor asomo de berrinche por disgusto con el plato, me propinaba un discreto pellizco; levantarme de la mesa a dar vueltas por el sitio era sencillamente algo que nunca se me ocurriría y ensuciar un vestido, una conducta que hubiera merecido la peor mirada de mi padre. Pero como digo, ellos no estaban dispuestos a echar a perder un hijo.
Ahora los padres leen afanosamente libros que los "enseñan a ser padres" desde que el feto está en el vientre de la susodicha; ¿el resultado? colegios donde el cuadro de honor está desocupado, niños maleducados que no son capaces de apreciar la diferencia entre el patio de juegos de su casa y el restaurante de etiqueta de un club social, auténticos monstruos que corren con estrépito por centros comerciales y rompen todo a su paso, a lo que padres indignados (con los del centro comercial) responden con un altanero "¿cuanto le debo?" cuando un almacenista hace valer sus derechos, niños incapaces de tomar decisiones, resolver un problema o aceptar sus resposabilidades. El año se perdió para todos - y digo todos porque muchos aunque no tengamos hijos, hemos sido víctimas de los hijos de otros - cuando los padres dejaron de darle importancia al respeto, a los valores y la rectitud y empezaron a dejarse guiar de libros escritos por psicólogos que con toda seguridad no tienen hijos.
Detesto a los niños; me indispone de forma total que corran alrededor mío - como si yo fuera un árbol - en cualquier sitio público; odio que mis amigos me presenten a sus hijos y estos me sometan a un interrogatorio sistemático en donde cada pregunta empieza con un adrede "por qué" que destroza los nervios a cualquiera; me consume una ira fría ver a un infante pateando el suelo con puños y pies, porque el padre se niega a comprar el juguete exhibido por falta de dinero (bien sabido es que un niño que no conoce privaciones, carece de cualquier carácter); me enferma sobremanera verlos comer sin un mínimo de modales en todo tipo de lugares donde vendan comida, como si lo mismo fuera comer pollo asado, que filete strogonoff; aborrezco ver como sitios que merecen respeto para una gran mayoría - como las iglesias - se convierten en campo de batalla entre las minúsculas criaturas, que carecen de autoridad bajo el techo de su casa; pero lo que más puedo odiar es que cuando algún padre reacciona y aplica correctivos orientados a enfocar la disciplina, tiene que huír por su vida, ante una turba de iracundos que amenazan al consciente individuo con estupideces que van desde el Bienestar Familiar, hasta el linchamiento en la vía pública.
Me fastidian francamente los niños y el problema no está en que sean niños, está en que los padres han olvidado educarlos, en que se enfrascan desde su concepción misma en detalles nimios como la decoración del cuarto y los padrinos y se olvidan que tienen una responsabilidad muy grande y de que dependiendo de lo bien o mal que lo hagan, pueden crear un gran ser humano o un auténtico monstruo.
Y la pesadilla no acaba aquí, quedan los años de la preadolescencia.
Continuará...
lunes, 8 de agosto de 2011
¿Y ahora qué?
Llevo dos años, seis meses y dieciséis dias mal contados trabajando en este sitio. Sus paredes, rincones y espacios se me han hecho tan familiares por tantas y no tan buenas razones, que si no volviera a verlos no sabría si lamentarlo o sentir una especie de hechizo liberador.
Lo que era entonces, cuando entré por primera vez a este sitio, casi no puedo recordarlo; alguna vez mientras leía a J.K. Rowling, su personaje se recordaba a sí mismo unos años antes y describía la sensación como "el recuerdo de un hermano menor que hubiera perdido hacía mucho" no es exactamente lo que puedo decir que siento, pero es lo más cercano a aquella sensación nostálgica y bastante difícil de describir que me viene persiguiendo hace algunas semanas.
Puedo afirmar que aprendí muchas cosas en éste sitio, algunas buenas...la mayoría no tanto. Las buenas alimentan más a la parte intelectual y al desarrollo profesional, son importantes, y puedo decir que me serán muy útiles, pero como dije antes; comparadas con las malas, no son tantas. Aprendí de este lugar a desconfiar aún más de la gente; con frecuencia me han criticado el hecho de desconfiar hasta de mi sombra. Este lugar demostró que razones no me faltan.
Aprendí también que las mujeres son la peor opción como compañeras de trabajo; aunque soy mujer y sea un tanto aburridor decirlo, pero las mujeres son las encargadas de echar a perder el mejor de los ambientes laborales (mis disculpas con el género). También absorbí aquí la importancia de sacar las uñas de cuando en cuando, así el resto del tiempo haya por necesidad, que fingir ser una mansa paloma. Si los cotilleos en la corte Francesa de Luis XVI eran escabrosos, puedo asegurar que se quedan cortos ante los ambientes laborales de las Mega empresas del siglo XXI y eso que desde entonces tres siglos y unas cuantas revoluciones han dejado huella en la historia.
Aunque para qué negarlo, el legado es interesante: lecciones de vida para trascender en un mundo laboral y vivir para contarlo; manejo de las relaciones interpersonales a pequeña y mediana escala, sin hacer enemigos gratis; un kit de emergencia para romper en caso de que el enemigo sea el jefe (incluye consejos adicionales si el jefe es mujer); una corta lista de amigos (todos hombres) a los que recordaré con mucho cariño en donde sea y mantendré el contacto lo más frecuente que pueda. Una larga lista de conocidos, cuyos nombres prefiero olvidar en su mayoría y de quienes sólo quiero llevarme las experiencias, porque para bien o para mal todo el mundo tiene algo que enseñar.
Y si dentro de algunos meses no vuelvo a ver estos espacios, estas paredes, estos rincones, y forzosamente tenga que alejarme de tantos sinsabores inesperados, me llevaré como un tesoro invaluable las experiencias vividas, las costumbres adquiridas y los hábitos que buenos o no tanto me ayudaron a sobrevivir aquí. Y a todos (cada uno sabe a quién me refiero) les doy las gracias por los buenos y no tan buenos momentos.
Hacia adelante sólo queda dar el últimos esfuerzo, librar la última y más importante batalla y no dejar olvidar que sólo nuestra satisfacción es la que vale la pena sentir, cuando se culmina un costoso camino.
Lo que era entonces, cuando entré por primera vez a este sitio, casi no puedo recordarlo; alguna vez mientras leía a J.K. Rowling, su personaje se recordaba a sí mismo unos años antes y describía la sensación como "el recuerdo de un hermano menor que hubiera perdido hacía mucho" no es exactamente lo que puedo decir que siento, pero es lo más cercano a aquella sensación nostálgica y bastante difícil de describir que me viene persiguiendo hace algunas semanas.
Puedo afirmar que aprendí muchas cosas en éste sitio, algunas buenas...la mayoría no tanto. Las buenas alimentan más a la parte intelectual y al desarrollo profesional, son importantes, y puedo decir que me serán muy útiles, pero como dije antes; comparadas con las malas, no son tantas. Aprendí de este lugar a desconfiar aún más de la gente; con frecuencia me han criticado el hecho de desconfiar hasta de mi sombra. Este lugar demostró que razones no me faltan.
Aprendí también que las mujeres son la peor opción como compañeras de trabajo; aunque soy mujer y sea un tanto aburridor decirlo, pero las mujeres son las encargadas de echar a perder el mejor de los ambientes laborales (mis disculpas con el género). También absorbí aquí la importancia de sacar las uñas de cuando en cuando, así el resto del tiempo haya por necesidad, que fingir ser una mansa paloma. Si los cotilleos en la corte Francesa de Luis XVI eran escabrosos, puedo asegurar que se quedan cortos ante los ambientes laborales de las Mega empresas del siglo XXI y eso que desde entonces tres siglos y unas cuantas revoluciones han dejado huella en la historia.
Aunque para qué negarlo, el legado es interesante: lecciones de vida para trascender en un mundo laboral y vivir para contarlo; manejo de las relaciones interpersonales a pequeña y mediana escala, sin hacer enemigos gratis; un kit de emergencia para romper en caso de que el enemigo sea el jefe (incluye consejos adicionales si el jefe es mujer); una corta lista de amigos (todos hombres) a los que recordaré con mucho cariño en donde sea y mantendré el contacto lo más frecuente que pueda. Una larga lista de conocidos, cuyos nombres prefiero olvidar en su mayoría y de quienes sólo quiero llevarme las experiencias, porque para bien o para mal todo el mundo tiene algo que enseñar.
Y si dentro de algunos meses no vuelvo a ver estos espacios, estas paredes, estos rincones, y forzosamente tenga que alejarme de tantos sinsabores inesperados, me llevaré como un tesoro invaluable las experiencias vividas, las costumbres adquiridas y los hábitos que buenos o no tanto me ayudaron a sobrevivir aquí. Y a todos (cada uno sabe a quién me refiero) les doy las gracias por los buenos y no tan buenos momentos.
Hacia adelante sólo queda dar el últimos esfuerzo, librar la última y más importante batalla y no dejar olvidar que sólo nuestra satisfacción es la que vale la pena sentir, cuando se culmina un costoso camino.
domingo, 7 de agosto de 2011
Venganza y Desquite: dos platos que sin importar como se sirvan, saben bien
No nos digamos pendejadas, TODOS alguna vez en la vida hemos tomado desquite o venganza por alguna que nos han hecho. TODOS. Y es que en la naturaleza del hombre el rencor está implícito como algo que difícilmente se puede superar a punta de lecturas sobre la evolución, idas a misa o charlas de reconcilie.
¿Perdón y Olvido? si claro, perdonar sencillamente es recomendable, más que por no perder amistades, conservar buenos momentos y etc etc, es una cuestión de salud física y mental. No tiene sentido alguno matarse la vida odiando al susodich@ que alguna vez nos mintió, falló, traicionó, insultó, dejó y cualquier cantidad de actos que en su momento quedaron impunes. El malvado con seguridad vivirá su vida feliz y con bastante probabilidad de indiferencia ante el acto que nos hizo doler a fondo, mientras el ofendido se pasa sus días con la amargura en el corazón y la desazón en el alma.
Por eso soy fanática del perdón. El olvido es otra vaina; solo un imbécil o un pacientre crónico de alzheimer, tiene capacidad para olvidar las ofensas; el resto de la humanidad, religiosos o no, creyentes o no JAMÁS olvidamos una ofensa, una mentira, una traición o un insulto bien medido ¿por qué?, aquí va la respuesta para que los asiduos lectores de las escrituras no se sientan culpables: Porque es un simple mecanismo de defensa que el inconsciente tiene para evitar que aquel dolor que se sintió, vuelva a sentirse. Y lo avalan frases tan antiguas como aquel proverbio árabe que reza "si me engañas una vez la culpa será tuya, pero si me engañas por segunda vez la culpa será mía", o una más Colombiana y menos poética que mi papá gustaba de repetir con frecuencia "la primera por experiencia y la segunda por sinvergüenza"; así de sencillo es, el recordar algo que nos hizo daño y que fue ejecutado por alguien cercano, nos ayuda simplemente a dar marcha atrás ante el individuo la próxima vez que quiera hacerse el chistoso.
Pero aún viene la parte más interesante del asunto. Porque a pesar de lo muy santos que muchos pretendan ser, nadie desecha una oportunidad de desquite bien presentada, pues bien decía Mario Puzo "hasta el más sencillo de los hombres, si es paciente y sabe observar, tendrá la oportunidad de desquitarse del más poderoso". Y nada como un plato bien servido a rebosar, de un desquite bien calculado, una oportunidad única de devolver la cachetada recibida o el impase que nos costó más de un mal sabor de boca y nos amargó el rato.
Venganza es una palabra grande, por eso prefiero desquite; claro que acorde a la ofensa se dará el acto recíproco, si la papaya se presenta en una ocasión inesperada. Por eso es que hoy lamento profundamente la decisión que he tomado, pero un pequeño desquite me dará pronto un pequeñísimo regusto para que sepas lo que se siente hablar con tanta propiedad de un acto en el que tú no es que lleves mucho las banderas...y sólo me queda decirte que pronto, muy pronto sabrás lo que siente.
Au revoir
¿Perdón y Olvido? si claro, perdonar sencillamente es recomendable, más que por no perder amistades, conservar buenos momentos y etc etc, es una cuestión de salud física y mental. No tiene sentido alguno matarse la vida odiando al susodich@ que alguna vez nos mintió, falló, traicionó, insultó, dejó y cualquier cantidad de actos que en su momento quedaron impunes. El malvado con seguridad vivirá su vida feliz y con bastante probabilidad de indiferencia ante el acto que nos hizo doler a fondo, mientras el ofendido se pasa sus días con la amargura en el corazón y la desazón en el alma.
Por eso soy fanática del perdón. El olvido es otra vaina; solo un imbécil o un pacientre crónico de alzheimer, tiene capacidad para olvidar las ofensas; el resto de la humanidad, religiosos o no, creyentes o no JAMÁS olvidamos una ofensa, una mentira, una traición o un insulto bien medido ¿por qué?, aquí va la respuesta para que los asiduos lectores de las escrituras no se sientan culpables: Porque es un simple mecanismo de defensa que el inconsciente tiene para evitar que aquel dolor que se sintió, vuelva a sentirse. Y lo avalan frases tan antiguas como aquel proverbio árabe que reza "si me engañas una vez la culpa será tuya, pero si me engañas por segunda vez la culpa será mía", o una más Colombiana y menos poética que mi papá gustaba de repetir con frecuencia "la primera por experiencia y la segunda por sinvergüenza"; así de sencillo es, el recordar algo que nos hizo daño y que fue ejecutado por alguien cercano, nos ayuda simplemente a dar marcha atrás ante el individuo la próxima vez que quiera hacerse el chistoso.
Pero aún viene la parte más interesante del asunto. Porque a pesar de lo muy santos que muchos pretendan ser, nadie desecha una oportunidad de desquite bien presentada, pues bien decía Mario Puzo "hasta el más sencillo de los hombres, si es paciente y sabe observar, tendrá la oportunidad de desquitarse del más poderoso". Y nada como un plato bien servido a rebosar, de un desquite bien calculado, una oportunidad única de devolver la cachetada recibida o el impase que nos costó más de un mal sabor de boca y nos amargó el rato.
Venganza es una palabra grande, por eso prefiero desquite; claro que acorde a la ofensa se dará el acto recíproco, si la papaya se presenta en una ocasión inesperada. Por eso es que hoy lamento profundamente la decisión que he tomado, pero un pequeño desquite me dará pronto un pequeñísimo regusto para que sepas lo que se siente hablar con tanta propiedad de un acto en el que tú no es que lleves mucho las banderas...y sólo me queda decirte que pronto, muy pronto sabrás lo que siente.
Au revoir
sábado, 6 de agosto de 2011
Diatriba por el derecho a mantener lejos a los infantes I
No me gustan los niños. Estas 5 palabras me han causado miradas reprobatorias, comentarios ácidos y preguntas que van desde "¿no tiene usted corazón?" hasta "¿es una persona desnaturalizada?", la respuesta a lo anterior es preferible reservármela, pero sencillamente no me gustan los niños y ¿qué podemos hacerle?.
Todas las personas tenemos un rango de situaciones o seres que no nos agrada ver o tener cerca; dicho en cristiano, todos absolutamente todos, tenemos un conjunto de cosas que nos fastidian, y el mio es simple: abarca desde los -9 meses hasta los 12 años (para algunos casos 14 pues la edad mental a veces se desincroniza con la física) de cualquier individuo de la especie humana sobre éste planeta. "¿desde los -9 meses?" preguntan los mismos que hacen los cuestionamientos del primer párrafo y llevándose además una mano a la boca en señal de asombro. ¡¡Pues si!!, si a ser honestos vamos no soy muy buena fingiendo, y la cara de felicidad, cada vez que una nueva conocida anuncia su tan esperado (o ni tan esperado) embarazo, no me sale muy bien a pesar de que me esfuerzo. Y la cosa no para ahi además, pues adicional a la sonrisa de oreja a oreja que hay que hacer por protocolo ante al fatídico anuncio, hay que además soportarse los subsecuentes 7 u 8 meses en los cuales cualquier patada, codazo, parapadeo o movimiento inesperado y a veces contínuo del ser que se forma dentro del globo en que suele convertirse la tierna barriga materna, es motivo de trasnocho de familiares, conocidos y compañeros de oficina que se deleitan en ternuras innecesarias.
Adicionalmente y por cortesía de las redes sociales, hay que pasarse además el numerito de todas y cada una de las ecografías ultrasónicas y hasta en tercera dimensión de la cuál la criatura es protagonista desde que tiene el tamaño de un fríjol hasta que amenaza con reventar su primer hogar. Porque madre (y en el 90% de los casos también padre) orgullosa que se respete tiene que compartir con sus 900 contactos en facebook cada ecografía escaneada, con sus 4000 seguidores en twitter cada nueva acomodación del feto y con sus innumerables amigos del pin de Blackberry su estado de ánimo diario y el de su criatura. Hago la salvedad además, aunque a los orgullosos padres les produzca auténtica indignación: Ningún espermatozoide recién anidado, feto en proceso de desarrollo, ni niño recién nacido es bonito, así se rasguen las vestiduras los médicos y enfermeras de maternidades.
Cuando uno cree que la cosa está por acabar, pues haciendo cuentas al plumazo ya va a completar casi un año recibiendo actualizaciones diarias sobre el avance del embarazo (que por otro lado deberían interesarle únicamente al ginecólogo), llega un fatídico sobre de color celeste o rosado pastel, (pues a esas alturas el fríjol de la primera ecografía ultrasónica ya tiene sexo conocido, nombre decidio y cuarto decorado), con una tierna cigueña, un coche en miniatura, un oso con ánimo abrazador o una media de tamaño ridículo, con una invitación para hacer llorar a cualquiera: el baby shower.
Lamento decir que hasta ahí me llega la farsa, porque una cosa es hacerme la tierna 2 minutos al día y suspirar ante cada nueva actualización de estado o rotar página ante la ecografía recién subida que me provoca casi reflujo; pero otra cosa muy diferente es estar dispuesta a aguantarme tres, cuatro y hasta cinco horas de una reunión llena de madres ya experimentadas y sus pequeñas crías, hablando del parto, las contracciones, el cordón umbilical, el primer baño, la foto en la tina, el cambio de pañal y las horas de sueño. El esfuerzo es titánico y NO ESTOY DISPUESTA A HACERLO EN NINGÚN CASO.
Finalmente llega el tan esperado día en que la madre se va con su enorme barriga y llega la buena nueva del oportuno nacimiento ¿creen que ahí acaba la cosa? lamento profundamente desilusionarlos, pero es sólo el principio, vienen años y años de comentarios sobre la última travesura, el primer diente, y la primera palabra del crío, adicionalmente a millones de albumes que captan cuadro por cuadro la evolución del que vimos por primera vez con forma de fríjol.
Continuará...
Todas las personas tenemos un rango de situaciones o seres que no nos agrada ver o tener cerca; dicho en cristiano, todos absolutamente todos, tenemos un conjunto de cosas que nos fastidian, y el mio es simple: abarca desde los -9 meses hasta los 12 años (para algunos casos 14 pues la edad mental a veces se desincroniza con la física) de cualquier individuo de la especie humana sobre éste planeta. "¿desde los -9 meses?" preguntan los mismos que hacen los cuestionamientos del primer párrafo y llevándose además una mano a la boca en señal de asombro. ¡¡Pues si!!, si a ser honestos vamos no soy muy buena fingiendo, y la cara de felicidad, cada vez que una nueva conocida anuncia su tan esperado (o ni tan esperado) embarazo, no me sale muy bien a pesar de que me esfuerzo. Y la cosa no para ahi además, pues adicional a la sonrisa de oreja a oreja que hay que hacer por protocolo ante al fatídico anuncio, hay que además soportarse los subsecuentes 7 u 8 meses en los cuales cualquier patada, codazo, parapadeo o movimiento inesperado y a veces contínuo del ser que se forma dentro del globo en que suele convertirse la tierna barriga materna, es motivo de trasnocho de familiares, conocidos y compañeros de oficina que se deleitan en ternuras innecesarias.
Adicionalmente y por cortesía de las redes sociales, hay que pasarse además el numerito de todas y cada una de las ecografías ultrasónicas y hasta en tercera dimensión de la cuál la criatura es protagonista desde que tiene el tamaño de un fríjol hasta que amenaza con reventar su primer hogar. Porque madre (y en el 90% de los casos también padre) orgullosa que se respete tiene que compartir con sus 900 contactos en facebook cada ecografía escaneada, con sus 4000 seguidores en twitter cada nueva acomodación del feto y con sus innumerables amigos del pin de Blackberry su estado de ánimo diario y el de su criatura. Hago la salvedad además, aunque a los orgullosos padres les produzca auténtica indignación: Ningún espermatozoide recién anidado, feto en proceso de desarrollo, ni niño recién nacido es bonito, así se rasguen las vestiduras los médicos y enfermeras de maternidades.
Cuando uno cree que la cosa está por acabar, pues haciendo cuentas al plumazo ya va a completar casi un año recibiendo actualizaciones diarias sobre el avance del embarazo (que por otro lado deberían interesarle únicamente al ginecólogo), llega un fatídico sobre de color celeste o rosado pastel, (pues a esas alturas el fríjol de la primera ecografía ultrasónica ya tiene sexo conocido, nombre decidio y cuarto decorado), con una tierna cigueña, un coche en miniatura, un oso con ánimo abrazador o una media de tamaño ridículo, con una invitación para hacer llorar a cualquiera: el baby shower.
Lamento decir que hasta ahí me llega la farsa, porque una cosa es hacerme la tierna 2 minutos al día y suspirar ante cada nueva actualización de estado o rotar página ante la ecografía recién subida que me provoca casi reflujo; pero otra cosa muy diferente es estar dispuesta a aguantarme tres, cuatro y hasta cinco horas de una reunión llena de madres ya experimentadas y sus pequeñas crías, hablando del parto, las contracciones, el cordón umbilical, el primer baño, la foto en la tina, el cambio de pañal y las horas de sueño. El esfuerzo es titánico y NO ESTOY DISPUESTA A HACERLO EN NINGÚN CASO.
Finalmente llega el tan esperado día en que la madre se va con su enorme barriga y llega la buena nueva del oportuno nacimiento ¿creen que ahí acaba la cosa? lamento profundamente desilusionarlos, pero es sólo el principio, vienen años y años de comentarios sobre la última travesura, el primer diente, y la primera palabra del crío, adicionalmente a millones de albumes que captan cuadro por cuadro la evolución del que vimos por primera vez con forma de fríjol.
Continuará...
jueves, 14 de julio de 2011
Te deleitaré con mi silencio
En la historia han existido personas que a partir de sentimientos muy buenos, han hecho cosas terribles, yo en cambio y sólo por llevar la contraria, como suelo hacer en muchos casos, optaré por tomar un sentimiento – ajeno – que siento que no es muy positivo para hacer una cosa que me gusta mucho y que aparte es inofensiva: escribir.
Lo hago, porque además de llevar la contraria, creo que es un buen método de exorcismo, el tomar cosas no muy buenas para construir algo, que puede no ser nada espectacular ni del otro mundo, pero al menos estoy construyendo.
Mi mamá alguna vez me dijo que hacía falta una vida entera para conocer a otra persona y que incluso así, podía faltar tiempo. Me dijo también que si uno mismo no acababa de conocerse en muchas situaciones, difícilmente alguien ajeno que no compartiera mucho tiempo con nosotros podía afirmar que nos conocía.
Sobre mí, creo que te dije muchas cosas; sin faltar a la verdad en ninguna de ellas. Te dije que solía ser bastante dulce para tratar casi a todos, pero también te dije que mi carácter no es muy benévolo a veces; te dije que era bastante fuerte y aguerrida para enfrentar muchas cosas, pero también te dije que esperaba de los demás un trato mínimamente cálido, porque ¿qué le vamos a hacer?, así me enseñaron en mi casa, y tratar a los demás con tranquilidad y con un poco de tacto en las palabras no es sinónimo de debilidad en ningún caso; te dije además que no era una persona muy común y que tenía secretos de esos que no se le pueden contar a cualquiera, pero también te dije que como la más común de las personas, esperaba el mismo trato que yo dispensaba hacia los demás; te dije finalmente y creo que más bien fue una promesa, que nunca te faltaría a la verdad en lo que te dijera, así no fuera muy bueno lo que tuviera por decirte, pero también – y eso no te lo dije, pero me lo prometí a mi misma – decidí que cualquier cosa que tuviera por decirte, trataría de comunicarla de la forma más directa pero sin hacerte daño.
Y bien, aquí estoy aún preguntándome por qué demonios hay personas que quieren vivir en un mundo transparente y sin secretos, pero detestan las verdades dichas en la cara; también me pregunto por qué hay individuos a los que a pesar de que muchos les han clavado el puñal por la espalda mientras de frente los adulan, siguen adorando vivir en ese falso mundo, en donde todos les dicen que son magníficos, así en el fondo los odien.
A pesar de todo, creo que las verdades deben decirse, no adornadas con mil detalles, ni llenas de mil colores; con un poco de tacto sí, porque ser crueles mientras se dice una verdad, no exonera el hecho de ser crueles, y porque además si decimos una verdad de forma hiriente, aunque tengamos razón, sólo conseguiremos el efecto contrario a lo que deseamos, y porque finalmente la terapia de choque solo debe utilizarse en casos extremos, porque si se utiliza todo el tiempo, se vuelve algo tan cotidiano que con el tiempo perderá su efecto de frenado en seco.
Me dijiste entonces que me deleitarías con tu silencio y tal vez hagas bien, porque harás honor a aquel proverbio árabe que reza que si tus palabras no son más bellas que el silencio, mejor no las pronuncies; pero creo que yo optaré por deleitarte con el mío, no porque crea que la ley del hielo lleva a parte alguna, ni porque quiera hacer eco a ningún árabe inspirado que creó tan bella frase, sino porque te prometí no faltarte a la verdad nunca, pero creo que la verdad por ahora te hace un poco de daño, incluso más del que me hace a mi tus palabras dichas sin un mínimo de diplomacia.
Entonces voy a optar por dejarte tranquilo en ese círculo de seres que profesan adoración por ti, aunque esa adoración pueda no ser la más sincera, y de momento al menos, seguiré en mi mundo, que estoy segura no es tan complejo ni tan brillante como el tuyo, pero es el que me toca vivir en este momento, en este instante y bajo estas circunstancias; y tal vez cuando comprendas que para ser un poquito sabio no se necesitan tantos años a la espalda, tal vez ese día rompa el silencio pero sólo para decirte la verdad, porque prefiero un silencio que se te haga tedioso y eterno a una vida mágica que al final se te transforme en una agridulce mentira.
lunes, 27 de junio de 2011
Sobre frases salidas del cajón y maldiciones de padres
De repente uno se da cuenta que es adulto. De repente uno se da cuenta, que por fin se llegó a esa etapa a la que de niños idolatrábamos porque los adultos como papá y mamá "siempre tenían razón" y en la adolescencia deseábamos con fervor enfermizo porque los adultos como papá y mamá "siempre pueden hacer lo que quieren"...y finalmente nos dimos cuenta de que como todo lo que se desea demasiado, al final no es tan extraordinario como se creía. Pero en fin, del purgatorio de ser adultos hablaremos en otra ocasión.
Con todo esto de la entrada en la "adultez", me puse sentimental hace días y empecé a recordar varias situaciones del pasado; como la cantaleta de mi mamá por ejemplo, esa que me daba bastante seguido, y que iba además acompañada de un montón de frases, que con el tiempo se me quedaron grabadas con tinta indeleble, no solo por lo contínuo de su repetición, sino por el poder de arruinarlo todo que muchas veces tenían.
Mi mamá, fue siempre una de esas mamás tirando a cheveres, que no ponen demasiados peros, pero tampoco son permisivas en exceso. Una mamá de esas a las que uno le puede entrar por su lado a punta de halagos bien medidos y promesas disfrazadas de afirmaciones maduras, y en general la cháchara rendía sus frutos y yo me salía con la mía.
Pero había algunos días, en los que de entrada se percibía que el ambiente tenía la textura y el peso del plomo, días en los que desde el "mamá puedo ir a..." su miraba denotaba un NO categórico imposible de vencer; el punto es que la inexperiencia además de ser atrevida, es decidida, insistente e insensata; por eso, aunque yo sabía de antemano cuál iba a ser la respuesta de mi mamá ante la solicitud - cualquiera - que le estuviera haciendo, insistía y porfiaba hasta que la discusión se tornaba sería, y entonces aparecían las frases de cajón que toda madre que se respete tiene a la mano siempre.
Las frases varían en tono y contenido, pero he aquí las más famosas: "Usted verá", "pregúntele a su papá", "yo no digo ni si ni no", "usted sabe que coger por allá es peligroso", "no puedo ir a recogerla", "¿van con algún adulto?", hasta ahí todas las frases son parapetables, respondibles, excusables. Aún se le puede preguntar al papá, pedirle al hermano que lo recoja y en el mejor de los casos, poner al hermano mayor del amigo a fingir voz de adulto y asegurar que irá a cuidar al combo, a cambio de las mesadas de toda la tribu juntas.
Sin embargo, cuando de permisos se trataba (aplica también para las compañías) odiaba la siguiente frase de cajón "usted sabe que a mi no me gusta es@....(sitio, persona, muchachito, muchachita, joven, señor o señorita)" ¿por qué la odiaba? ¡¡sencillo!! porque en la medida en que mi mamá dijera "usted sabe que a mi no me gusta ese sitio" y uno neciamente se fuera para el sitio en cuestión, desacatando descaradamente la perentoria orden materna, era seguro como que el sol sale a diario, que algo malo, por no decir catastrófico, sucedería en el mencionado sitio. De las maldiciones a los sitios que mi mamá echaba, conservo cicatrices en rodillas, pantorrillas y codos.
Si el disgusto de mi mamá recaía sobre un individuo en particular, el plazo mínimo para decretarse la maldición era de un mes; al cabo del cuál nuestro compañero de aventuras dejaba de serlo; el por qué no importa, todos sabemos que el orígen básico radicaba en la capacidad materna de maldecir y echar a perder sitios, fiestas y amistades.
Por eso, aunque la edad adulta no es tan de rosa como muchas veces me la imaginé, existe la ventaja de no tener que cargar con las frases de cajón y las maldiciones de mi madre. Aunque hay que aclarar que su alcance es inimaginable y además, el padre también suele ser un hechicero en potencia para echar maldiciones.
Hace menos de un mes vi cumplir con horror y de manera inevitable su frase de cajón exclusiva que yo había creído enterrada en el olvido "póngale cuidado a las clases que algún día todo eso le servirá para algo" y ahí estaba yo, frente a la página en blanco de visual basic, viendo flotar la cara de mi papá y preguntándome por qué demonios no le puse atención al profesor...
Con todo esto de la entrada en la "adultez", me puse sentimental hace días y empecé a recordar varias situaciones del pasado; como la cantaleta de mi mamá por ejemplo, esa que me daba bastante seguido, y que iba además acompañada de un montón de frases, que con el tiempo se me quedaron grabadas con tinta indeleble, no solo por lo contínuo de su repetición, sino por el poder de arruinarlo todo que muchas veces tenían.
Mi mamá, fue siempre una de esas mamás tirando a cheveres, que no ponen demasiados peros, pero tampoco son permisivas en exceso. Una mamá de esas a las que uno le puede entrar por su lado a punta de halagos bien medidos y promesas disfrazadas de afirmaciones maduras, y en general la cháchara rendía sus frutos y yo me salía con la mía.
Pero había algunos días, en los que de entrada se percibía que el ambiente tenía la textura y el peso del plomo, días en los que desde el "mamá puedo ir a..." su miraba denotaba un NO categórico imposible de vencer; el punto es que la inexperiencia además de ser atrevida, es decidida, insistente e insensata; por eso, aunque yo sabía de antemano cuál iba a ser la respuesta de mi mamá ante la solicitud - cualquiera - que le estuviera haciendo, insistía y porfiaba hasta que la discusión se tornaba sería, y entonces aparecían las frases de cajón que toda madre que se respete tiene a la mano siempre.
Las frases varían en tono y contenido, pero he aquí las más famosas: "Usted verá", "pregúntele a su papá", "yo no digo ni si ni no", "usted sabe que coger por allá es peligroso", "no puedo ir a recogerla", "¿van con algún adulto?", hasta ahí todas las frases son parapetables, respondibles, excusables. Aún se le puede preguntar al papá, pedirle al hermano que lo recoja y en el mejor de los casos, poner al hermano mayor del amigo a fingir voz de adulto y asegurar que irá a cuidar al combo, a cambio de las mesadas de toda la tribu juntas.
Sin embargo, cuando de permisos se trataba (aplica también para las compañías) odiaba la siguiente frase de cajón "usted sabe que a mi no me gusta es@....(sitio, persona, muchachito, muchachita, joven, señor o señorita)" ¿por qué la odiaba? ¡¡sencillo!! porque en la medida en que mi mamá dijera "usted sabe que a mi no me gusta ese sitio" y uno neciamente se fuera para el sitio en cuestión, desacatando descaradamente la perentoria orden materna, era seguro como que el sol sale a diario, que algo malo, por no decir catastrófico, sucedería en el mencionado sitio. De las maldiciones a los sitios que mi mamá echaba, conservo cicatrices en rodillas, pantorrillas y codos.
Si el disgusto de mi mamá recaía sobre un individuo en particular, el plazo mínimo para decretarse la maldición era de un mes; al cabo del cuál nuestro compañero de aventuras dejaba de serlo; el por qué no importa, todos sabemos que el orígen básico radicaba en la capacidad materna de maldecir y echar a perder sitios, fiestas y amistades.
Por eso, aunque la edad adulta no es tan de rosa como muchas veces me la imaginé, existe la ventaja de no tener que cargar con las frases de cajón y las maldiciones de mi madre. Aunque hay que aclarar que su alcance es inimaginable y además, el padre también suele ser un hechicero en potencia para echar maldiciones.
Hace menos de un mes vi cumplir con horror y de manera inevitable su frase de cajón exclusiva que yo había creído enterrada en el olvido "póngale cuidado a las clases que algún día todo eso le servirá para algo" y ahí estaba yo, frente a la página en blanco de visual basic, viendo flotar la cara de mi papá y preguntándome por qué demonios no le puse atención al profesor...
sábado, 11 de junio de 2011
Diatriba de una tentación no vencida
Empezó a aparecer a cuenta gotas, primero mostrándose orondo como si en términos Colombianos se tratara de "la última yuca del sancocho", iba y venía entre salidas con amigos, rumbas y reuniones de oficina. A pesar de su evidente pavoneo, aún era muy pronto para afirmar si tendría el éxito que esperaba cosechar con su actitud de "señor importante".
Tiempo después empezó a dejarse caer como quien no quiere la cosa en sitios más populares y en situaciones más normales, ya no se limitaba a aparecer subrepticiamente en algún restaurante elegante, o en la reunión con el jefe; de un momento a otro empecé a verlo en el chuzo de comidas rápidas, acompañando a cualquier desconocido que fuera montado en el bus, junto a los universitarios despreocupados y hasta en el almuerzo en el restaurante de corrientazo. Su objetivo era claro, y era evidente que iba en serio.
Mi inicial indiferencia ante el "señor popular" fue trastocándose poco a poco en un contundente fastidio, al ver como todos sin remedio caían rendidos ante su singular encanto; los conocidos no me importaban tanto, pero cuando fui descubriendo como sistemáticamente mis amigos iban cediendo ante su avance de terreno, casi casi que empecé a odiarlo.
Lo peor llegó en el momento en que su encanto fue tan arrasador que mis más cercanos amigos empezaron a olvidarse de vivir por andar en función de sus chistes sin sentido, cuando todos por estar pendientes de sus ultimas novedades se olvidaban de la conversación de la que se estaba hablando, del compromiso adquirido una semana antes o incluso ignoraban completamente a quien tenía la delicadeza de hablarles.
Juré entonces no dejarme vencer nunca por su encanto, ni mirar con deseo aquellas curvas redondeadas, ni aquella distribución homogénea y atractiva de todos sus atributos.
Pero entonces un día cualquiera llegó mi padre con un regalo y ahí estaba , viendo como yo misma, a pesar de todoas las maldiciones que había echado con anterioridad, terminaba cediendo ante el encanto maldito de aquel sujeto invencible: El Blackberry
Tiempo después empezó a dejarse caer como quien no quiere la cosa en sitios más populares y en situaciones más normales, ya no se limitaba a aparecer subrepticiamente en algún restaurante elegante, o en la reunión con el jefe; de un momento a otro empecé a verlo en el chuzo de comidas rápidas, acompañando a cualquier desconocido que fuera montado en el bus, junto a los universitarios despreocupados y hasta en el almuerzo en el restaurante de corrientazo. Su objetivo era claro, y era evidente que iba en serio.
Mi inicial indiferencia ante el "señor popular" fue trastocándose poco a poco en un contundente fastidio, al ver como todos sin remedio caían rendidos ante su singular encanto; los conocidos no me importaban tanto, pero cuando fui descubriendo como sistemáticamente mis amigos iban cediendo ante su avance de terreno, casi casi que empecé a odiarlo.
Lo peor llegó en el momento en que su encanto fue tan arrasador que mis más cercanos amigos empezaron a olvidarse de vivir por andar en función de sus chistes sin sentido, cuando todos por estar pendientes de sus ultimas novedades se olvidaban de la conversación de la que se estaba hablando, del compromiso adquirido una semana antes o incluso ignoraban completamente a quien tenía la delicadeza de hablarles.
Juré entonces no dejarme vencer nunca por su encanto, ni mirar con deseo aquellas curvas redondeadas, ni aquella distribución homogénea y atractiva de todos sus atributos.
Pero entonces un día cualquiera llegó mi padre con un regalo y ahí estaba , viendo como yo misma, a pesar de todoas las maldiciones que había echado con anterioridad, terminaba cediendo ante el encanto maldito de aquel sujeto invencible: El Blackberry
martes, 17 de mayo de 2011
Crónicas de Juergas Ilustres
Nada mejor que irse de juerga, nada más motivante que hacerlo con el parche de amigos, nada tan digno de un buen video post-vergüenza como las estupideces que se dicen con alcohol en el cerebro y nada tan divertido como recapitular (ya en sano juicio) las consencuencias y buenos episodios (no todos los espisodios son buenos) que resultan de una buena noche de copas.
En mi caso particular, puedo decir que el alcohol no reviste grandes misterios para mi. Gracias a la "buena" influencia de un par de amigos, conozco muy a grandes rasgos el mundo insano de las burbujas etílicas. El atrayente tono dorado de un buen whisky (mi licor favorito), el repugnante aroma de un tequila, el perfecto sabor de un buen ron caribe, el enfermizo olor del aguardiente y el vodka y la fácil y espumosa textura de la cerveza. No hablaré aquí del arte de catar vinos ni del infinito mundo de los cocteles, ya habrá un espacio para ellos.
El caso es, que en el mundo de los grados etílicos, prefiero moverme con cautela; y lo digo literalmente porque si de escoger se trata, opto sin duda por escuchar a mi flamante compañero al calor de un par de buenas cervezas contar algún episodio digno de record guiness, o en el peor de los casos terminar cuidando de mis amigos, a terminar cuidada por ellos y escuchar de sus labios (muy generosos en detalles) una noche que no recuerdo muy claramente.
Como he tenido la buena fortuna de estar (en la mayoría de los casos) mirando los toros desde la barrera, referiré algunas interesantes características de las juergas, sobre las que a partir de la experiencia ajena, he decidido seguir tranquilamente desde la barrera mientras degusto un vaso de buen whisky.
1. Las mezclas: Un coctel es un coctel y debe hacerlo siempre un buen conocedor de la materia. Por fortuna para esta entrada ninguno de mis amigos lo es y uno en particular decidió que ya que no conocía el occidente Colombiano, qué mejor alternativa que degustar su PIBE (Producto Interno Bruto Etílico). Fue así como la noche empezó con Ron Medellín en un discreto y acogedor bar, se entrelazó con las luces intermitentes de una buena discoteca y dos botellas de Viejo de Caldas y cerró con broche de oro y una visita a cuatro patas en el parqueadero del lugar y un litro de Santa Fé.
2. El Teléfono: Sobre este punto podría hacer una lista interminable de sucesos que entre una juerga y otra han tenido a este singular medio de comunicación como coprotagonista, sin embargo para los fines específicos de este artículo, mi amigo (si, el mismo que conoció Antioquia y el eje cafetero por medio de sus rones) tomó el teléfono a las 4 am y llamó a su novia a decirle con la voz entrecortada que su vida era muy triste.
3. El dinero: Nada peor que el sentimiento de culpa post-juerga, mucho peor cuando se extiende al bolsillo. No quiero imaginar siquiera la expresión de uno de mis mejores amigos (si, de los mismos que me han influenciado tan bien y me han guiado alcohólicamente), cuando al día siguiente de una juerga particularmente pesada, abrió su billetera. La noche anterior sin más, se había adelantado a papá noel y llegó al andén donde nos encontrábamos tomando, con una bolsa de basura gigante, cargada al punto de casi romperse de un buen montón de cervezas. A uds les dejo el cálculo del precio.
4. La brújula: Perder la brújula interna en una juerga....¿poco común?...las frases "¿en dónde estoy?" o "¿quién eres tú?" deben ser sólamente mitos.
5. Revelaciones y Confesiones: Todos tenemos un conocido que con alcohol en el cerebro ha declarado su más ferviente amor a quién menos nos imaginábamos.
6. Las Mascotas: Lo dejé de último a propósito porque he llegado a la conclusión de que cuando se va a tomar, debe hacerse lejos de cualquier animal...especialmente perros. Se de uno, que hace muchos años (cuando yo ni siquiera había nacido) se orinó en la botella de vino aún medio llena de un conocido. Se de otro que al ver dormido en la calle a uno de mis amigos, se le arrunchó literalmente en busca de calor, confundiéndolo sin duda con algún indigente. Aunque no todos son malos, mi amigo el explorador de rones, se encontró en el parqueadero de la misma discoteca de la que salió a cuatro patas, a un simpático labrador que tuvo el buen tino de arrastrarlo hasta el taxi, mientras mi amigo lo abrazaba sentidamente del cuello. Me pregunto con frecuencia cómo se habrían desarrollado los hechos si el dueño de la discoteca hubier optado por Dobberman en lugar de labrador.
Como sea...y a pesar de lo anterior, pienso que tomar en buena compañía es una de las mejores experiencias, y mientras vuelvo a salir o escucho otra buena historia acaecida al calor de un buen licor, sólo me queda decirles ¡¡salud!!
En mi caso particular, puedo decir que el alcohol no reviste grandes misterios para mi. Gracias a la "buena" influencia de un par de amigos, conozco muy a grandes rasgos el mundo insano de las burbujas etílicas. El atrayente tono dorado de un buen whisky (mi licor favorito), el repugnante aroma de un tequila, el perfecto sabor de un buen ron caribe, el enfermizo olor del aguardiente y el vodka y la fácil y espumosa textura de la cerveza. No hablaré aquí del arte de catar vinos ni del infinito mundo de los cocteles, ya habrá un espacio para ellos.
El caso es, que en el mundo de los grados etílicos, prefiero moverme con cautela; y lo digo literalmente porque si de escoger se trata, opto sin duda por escuchar a mi flamante compañero al calor de un par de buenas cervezas contar algún episodio digno de record guiness, o en el peor de los casos terminar cuidando de mis amigos, a terminar cuidada por ellos y escuchar de sus labios (muy generosos en detalles) una noche que no recuerdo muy claramente.
Como he tenido la buena fortuna de estar (en la mayoría de los casos) mirando los toros desde la barrera, referiré algunas interesantes características de las juergas, sobre las que a partir de la experiencia ajena, he decidido seguir tranquilamente desde la barrera mientras degusto un vaso de buen whisky.
1. Las mezclas: Un coctel es un coctel y debe hacerlo siempre un buen conocedor de la materia. Por fortuna para esta entrada ninguno de mis amigos lo es y uno en particular decidió que ya que no conocía el occidente Colombiano, qué mejor alternativa que degustar su PIBE (Producto Interno Bruto Etílico). Fue así como la noche empezó con Ron Medellín en un discreto y acogedor bar, se entrelazó con las luces intermitentes de una buena discoteca y dos botellas de Viejo de Caldas y cerró con broche de oro y una visita a cuatro patas en el parqueadero del lugar y un litro de Santa Fé.
2. El Teléfono: Sobre este punto podría hacer una lista interminable de sucesos que entre una juerga y otra han tenido a este singular medio de comunicación como coprotagonista, sin embargo para los fines específicos de este artículo, mi amigo (si, el mismo que conoció Antioquia y el eje cafetero por medio de sus rones) tomó el teléfono a las 4 am y llamó a su novia a decirle con la voz entrecortada que su vida era muy triste.
3. El dinero: Nada peor que el sentimiento de culpa post-juerga, mucho peor cuando se extiende al bolsillo. No quiero imaginar siquiera la expresión de uno de mis mejores amigos (si, de los mismos que me han influenciado tan bien y me han guiado alcohólicamente), cuando al día siguiente de una juerga particularmente pesada, abrió su billetera. La noche anterior sin más, se había adelantado a papá noel y llegó al andén donde nos encontrábamos tomando, con una bolsa de basura gigante, cargada al punto de casi romperse de un buen montón de cervezas. A uds les dejo el cálculo del precio.
4. La brújula: Perder la brújula interna en una juerga....¿poco común?...las frases "¿en dónde estoy?" o "¿quién eres tú?" deben ser sólamente mitos.
5. Revelaciones y Confesiones: Todos tenemos un conocido que con alcohol en el cerebro ha declarado su más ferviente amor a quién menos nos imaginábamos.
6. Las Mascotas: Lo dejé de último a propósito porque he llegado a la conclusión de que cuando se va a tomar, debe hacerse lejos de cualquier animal...especialmente perros. Se de uno, que hace muchos años (cuando yo ni siquiera había nacido) se orinó en la botella de vino aún medio llena de un conocido. Se de otro que al ver dormido en la calle a uno de mis amigos, se le arrunchó literalmente en busca de calor, confundiéndolo sin duda con algún indigente. Aunque no todos son malos, mi amigo el explorador de rones, se encontró en el parqueadero de la misma discoteca de la que salió a cuatro patas, a un simpático labrador que tuvo el buen tino de arrastrarlo hasta el taxi, mientras mi amigo lo abrazaba sentidamente del cuello. Me pregunto con frecuencia cómo se habrían desarrollado los hechos si el dueño de la discoteca hubier optado por Dobberman en lugar de labrador.
Como sea...y a pesar de lo anterior, pienso que tomar en buena compañía es una de las mejores experiencias, y mientras vuelvo a salir o escucho otra buena historia acaecida al calor de un buen licor, sólo me queda decirles ¡¡salud!!
sábado, 9 de abril de 2011
De “cuentos para dormir” y otros demonios nocturnos
Con el reciente estreno de la versión moderna de Caperucita Roja, que incluye una caperucita bastante crecida, dos tipos bastante lobos, ambos con intenciones de “devorarla” y una intrincada historia de pasiones sufridas y amores retorcidos muy al estilo de Catherine Hardwicke, recordé uno de tantos temas que siempre me han intrigado y a los que nunca he podido encontrarles una explicación lo suficientemente racional para mi gusto: los cuentos infantiles, conocidos también como cuentos para dormir.
Aunque honestamente prefiero concentrarme en el primer denominador, porque “cuentos para dormir” inevitablemente y gracias a mi mente un tanto malpensada, me lleva a imaginarme otro tipo de “cuentos” que se utilizan en la actualidad para llevar a “dormir” y no precisamente a los infantes.
Empecemos por el muy recordado “la sirenita” de Hans Chirstian Andersen, el cual no debe confundirse, ni mucho menos tomarse literal de la versión de Disney (en realidad ningún cuento infantil llevado a la pantalla grande por Disney debe tomarse literal); la historia, que mereció un monumento en las aguas de Copenhague, narra la historia de una sirena adolescente que tras cumplir la edad necesaria para subir a la superficie del agua, se enamora de un príncipe al que rescata de morir ahogado; tras sufrir por conseguir el amor del príncipe (en vano), sacrificando su voz y su vida en el agua, termina muerta y convertida en espuma de mar. Me pregunto…¿sería que los chicos del siglo XIX no sufrían de terrores nocturnos? ¿Serían los niños de esa época lo suficientemente estoicos e indiferentes como para mostrarse indolentes ante el dolor de una sirena y su sacrificio? Tras leer un cuento como éste en la infancia ¿podrían las gentes de hace 3 siglos creer en que el amor era un sentimiento correspondido?
Siguiendo con “historias para niños” me remonto a una de las más famosas en épocas recientes, gracias también al buen tino de Disney: Notre Dame. La historia se desarrolla en un París gótico, en donde Víctor Hugo, planteó una tragedia en todas sus magníficas proporciones, pasando por un ser deforme y jorobado, una gitana acusada de un crimen y un archidiácono muy maquiavélico que se asegura de llevar a la gitana a la horca por no corresponderlo en sus sentimientos.
Una historia que me parece especialmente curiosa, se titula "la muerte madrina", escrita por los famosamente imaginativos hermanos Grimm; habla sobre un hombre muy pobre que a su haber contaba con 12 hijos, al nacer el hijo número 13 (desde ahí empezamos mal, porque el 13 es por antología un número de mala suerte), el hombre decide ir a buscar un padrino para el recién nacido; en su camino, se cruzan Dios, el diablo y la muerte, quienes le ofrecen ser los padrinos del infante; el hombre finalmente se inclina por el ofrecimiento de la muerte, por razones un tanto democráticas que distaban mucho de la realidad del siglo XIX; la historia concluye cuando la muerte toma la vida de su ahijado ya crecido, por desobedecerla y burlarse de ella, ¿cuál era la idea? ¿hacer caer a los niños de la época victoriana en un dulce sueño tras leerles un cuento sobre la muerte? ¿enseñarles las ideas de la democracia? ¿mostrarles desde pequeños que de la muerte nadie escapa?
Una historia que me parece especialmente curiosa, se titula "la muerte madrina", escrita por los famosamente imaginativos hermanos Grimm; habla sobre un hombre muy pobre que a su haber contaba con 12 hijos, al nacer el hijo número 13 (desde ahí empezamos mal, porque el 13 es por antología un número de mala suerte), el hombre decide ir a buscar un padrino para el recién nacido; en su camino, se cruzan Dios, el diablo y la muerte, quienes le ofrecen ser los padrinos del infante; el hombre finalmente se inclina por el ofrecimiento de la muerte, por razones un tanto democráticas que distaban mucho de la realidad del siglo XIX; la historia concluye cuando la muerte toma la vida de su ahijado ya crecido, por desobedecerla y burlarse de ella, ¿cuál era la idea? ¿hacer caer a los niños de la época victoriana en un dulce sueño tras leerles un cuento sobre la muerte? ¿enseñarles las ideas de la democracia? ¿mostrarles desde pequeños que de la muerte nadie escapa?
De las pocas con un final del clásico “y vivieron felices por siempre”, se puede rescatar a Cenicienta, la cual después de ser literalmente la criada de su madrastra y sus hermanastras, se convierte en la princesa del reino, gracias a un hada madrina. No obstante la muchachita tiende a pasar por situaciones bastante agobiantes, como que su encanto acabe a las 12 de la medianoche, (cualquier parecido con las cenicientas modernas es una infeliz coincidencia) y que en una de las carreras locas para evitar que el príncipe descubra el truco, pierda uno de sus zapatos (el cuál curiosamente, aunque es encantado, nunca vuelve a su forma original, una vez Cenicienta lo pierde), situación que sin duda ha influenciado a varias generaciones marcadas por éste cuento, a perder prendas al filo de la media noche.
Y retomando el principio de ésta entrada, recordemos a la popular caperucita roja. Pienso que a pesar de todo, el cuento en efecto, está diseñado para mentes infantiles; pues no concibo que la mente de una persona ya crecida y versada en las leyes naturales y en los pensamientos de doble intención, pueda concebir de forma inocente, una historia en donde un “lobo” que por andar persiguiendo a una “niña perdida” en un “bosque” enorme, termine “comiéndose” a la “abuelita” de la “niña” para después comerse a la misma “niña” y finalmente ser abierto en canal por un “gentil cazador”.
Imagino que la historia es de esas que quedan grabadas en la mente, y que cuando los niños que tuvieron la dicha de oírla contada – o leída – de sus padres, antes de irse a dormir, recuerdan en algún solitario día de su vida adulta la singular situación, deciden transformarse en “lobos”, con gran éxito por cierto, o en “caperucitas” sin una pizca de la inocencia de la original niña del cuento, y con la ropa de color rojo por dentro, en vez de por fuera y dedicarse a recrear el cuento en escenarios reales; con tan buena suerte y talento para la actuación que en efecto el lobo termina comiéndose a la abuelita, por andar persiguiendo a caperucita, la cual puede terminar también “comida por el lobo” o rescatada también por un inoportuno cazador, que le arruina los planes al lobo de turno.
Es por lo anterior, que a pesar de todo (principalmente porque aborrezco crepúsculo) rescato el ingenio de Catherine Hardwicke, para darle a un “cuento infantil” la justa proporción de un “cuento para irse a dormir” y no precisamente solos.
lunes, 4 de abril de 2011
Simplemente amistad
Sobre la amistad he leído mil cosas; frases célebres, historias que narradas con plumas magistrales han hecho llorar a los lectores, historias de la vida real que también son capaces de arrancar lágrimas, metáforas agridulces y fábulas infantiles que nos dejan cierta satisfacción y (dependiendo de la persona) una huella importante en la memoria, que con un poco de suerte algún día se quedará también impresa en el corazón.
Sin embargo, diferente a muchas sensaciones que un buen escrito puede transmitir, la amistad es algo que sólo se prueba realmente cuando se vive; que se degusta con todos sus matices cuando se viaja a través de ella, cuando se ríe acompañado, se llora entrelazado en un abrazo sincero y hace que el orgullo y la felicidad inflamen el pecho de quién se siente afortunado de haber encontrado un amigo.
Pero lamentablemente, aunque estemos rodeados de personas que nos agraden mucho y que llenen espacios vacíos de nuestra existencia, no todos pueden denominarse con el significado que la palabra “amigo” tiene para quieres realmente hemos tenido la fortuna de conocer amigos verdaderos.
Hace algún tiempo (no tanto en realidad, pero dados mis pocos años constituye un lapso importante en mi vida), conocí a una niña que a primera vista, me pareció un tanto indiferente; las primeras palabras que crucé con ella, he de decir no fueron las más amables, porque le hice una pregunta que ya la tenía un poco hartada, el trato en principio tampoco demostró mucha química, porque me daba la impresión de ser alguien poco diplomático.
Pero por esos azares del destino, vimos de repente intensificado el trato que en un principio había sido más bien esquivo. En algún momento de esos que difícilmente se olvidan terminé escuchándola, mientras me narraba un poco agitada, un episodio nada agradable que le había sucedido aquel infortunado o tal vez muy afortunado día; fue entonces cuando las barreras que quedaban se rompieron, los muros se cayeron y la persona, la magnífica persona que en realidad era, quedó al descubierto ante mí.
En un principio nos volvimos confidentes, poco después nos transformamos en cómplices que compartían las experiencias buenas y malas, que la vida nos hacía atravesar a diario. Reímos incontables veces, lloramos juntas otras tantas y aprendí de ella cosas que me enseñaron más que todos los consejos buenos o malos, o las experiencias vividas hasta entonces; pude ver gracias a ella que había más formas de ver el mundo, de querer a las personas, o de defender lo que pensamos; aprendí de sus palabras que el amor es más complejo de lo que se cree, que la amistad siempre debe prevalecer sobre cualquier cosa, y que la vida se debe vivir disfrutándola, pero sobretodo, queriéndose a sí mismo, de manera que algún día se tengan buenas historias para contarle a los hijos; gracias a sus palabras siempre dichas entre la seriedad y el sarcasmo, pude entender que lo importante es ser siempre auténtico y que lo único que puede detener a alguien para llegar lejos, son sus propios miedos y sus preconceptos errados.
Es por eso, porque la conozco y porque he vivido junto a ella las mejores experiencias, que puedo hablar con propiedad de la amistad verdadera, de ese brillo indescriptible que se ve en sus ojos cuando me divisa a lo lejos y que estoy segura también se dibuja en mis ojos; de esa sonrisa cargada de complicidad y de las travesuras de la semana que pugnan por salir de sus labios y llenar con ellas mis oídos, de sus confidencias llenas de sentimientos (felices y tristes) que me unen con ella de una forma especial y de su corazón que se que puede ser implacable pero que es el más honesto para hablarle a los amigos, para decirles sin titubear que se equivocan, cuando están obrando mal, pero también para felicitar con la mayor sinceridad, cuando se consiguen metas y se conquistan sueños.
Por ella (cuyo nombre como una tonada dulce me reservo con una sonrisa) es que sé que la amistad existe, que la sinceridad es la mejor de las cualidades y que la vida puede ser un camino un tanto difícil, pero mientras los amigos de verdad existan, siempre brillará el sol en el horizonte donde nos aguarda el futuro.
lunes, 28 de marzo de 2011
Tribulaciones de una mente enamorada
Siempre he sido de esas mujeres afortunadas que tiene un reducido y casi ridículo número de amigas y un importante número de amigos, y aunque a mis congéneres les moleste un poquito mi posición y me tilden de machista, siempre me sentiré afortunada por ésta situación.
En alguna de mis entradas anteriores, comentaba que las mujeres tenemos un talento innato para juntarnos a hablar mucho y en ocasiones no muy bien, de otras personas. Y no es el único talento femenino, que por otra parte podría denominarlo casi como un defecto incontrolable.
Por eso es mejor tener amigos, porque los hombres suelen ser de muchas formas, seres más directos, más tranquilos y aunque muchas se desgarren las vestiduras por lo que voy a decir: mucho más sinceros; por lo menos en cuanto a lo que sienten por otra persona, en cualquiera de los planos a los que se pueda extrapolar un sentimiento. Y no sólo eso; sentimentalmente hablando (y en muchos otros planos también) ser hombre es más fácil. Un hombre por regla general, sabe muy bien lo que siente por otra persona, la ama o no la ama, la quiere o no la quiere. Es simple; para nosotras en cambio el mundo de lo sentimental tiene mil matices de todos los colores imaginables, que además se complica por la inoportuna intervención de nuestras enredadas hormonas.
Para no ir muy lejos hablaremos de una amiga; aunque muchos piensen que suene a cliché hablar sobre “una amiga”, la verdad es que si me sentara a hablar sobre mis sentimientos, sería mejor poner un Ying Yang porque casi casi, siento como los hombres y la idea es llenar la entrada con algo medianamente interesante sobre las atribuladas mentes enamoradas.
Mi amiga en cuestión es una niña adorable, con la que puedo contar sin importar el día, la hora, la fecha en calendario, o el lugar en éste sórdido planeta, una mujer con la que puedo reír sin control o hablar de temas trascendentales; es una de esas personas capaces de llenar espacio en un corazón porque aparte de ser una buena amiga, tiene una personalidad muy agradable y un cerebro capaz de pensar y de cambiar a la gente si se lo propone, pero como nada es perfecto tiene un pequeño defecto que a ella le ha costado lágrimas sistemáticas y a mi más de un dolor de cabeza: tiene una facilidad tremenda para enamorarse.
El problema no constituye en sí enamorarse, el problema radica en que es mujer y se enamora locamente como se enamora el 90% de la población femenina.
Eso implica que además de querer con locura al objeto de su amor, siente por él una extraña combinación de sensaciones que más se asemeja a una paleta de colores en un software de diseño que a una gama sentimental, cualquiera que sea su apariencia. Hay días, horas o incluso minutos en los que el sentimiento de amor es particularmente fuerte; es entonces cuando el apodo romántico del chico sale a relucir en un tono cariñoso, acompañado de un par de frases convencionales entre las que “amor” y “estabilidad” suelen ser los dos sustantivos, que terminan de adornar la afirmación llena de entusiasmo. Pero también hay días, horas y minutos en los cuáles el sentimiento decrece notoriamente, es entonces cuando el chico toma su nombre de pila y la frase se acompaña de términos como “cansada” y “finiquitar”; en otras ocasiones el muchacho se transforma en el mejor amigo y confidente, para ser denominado luego como el más falso de todos los profetas. Y así continua el ciclo cada 24 horas, cada 7 días y cada 4 semanas.
Prefiero omitir la parte previa a “nuestros días” cuando la situación de por sí ya un tanto bizarra, tiende a tomar tintes críticos y aparecen las lágrimas, que segundos después darán paso a las más tiernas sonrisas y que serán reemplazadas de nuevo por las lágrimas.
“Las mujeres somos más emocionales” me dijo hace poco alguien cercano, sin embargo cada vez que veo lo tremendamente emocionales que podemos llegar a ser, prefiero formar parte de la pequeñísima minoría que simplemente opta por reaccionar de forma estoica ante cualquier ocurrencia de mi pareja o acompañante, o ceder tranquilamente a ver la película que a él le gusta, o no tomarse en serio si no se fija en mi nuevo peinado.
Ahora debo irme…un amigo me invitó a tomarnos unas cervezas porque acaba de terminar con la novia, la cual ya cambió su situación sentimental en facebook, lo que generó más de 150 comentarios, casi todos femeninos y de carácter histérico, sin contar los que generó su “estado” en la misma red social con alguna frase similar a que todos los hombres son iguales; mientras tanto mi amigo y yo hablaremos del precio de la gasolina, del futuro de la energía nuclear y de lo deliciosa que una buena cerveza resulta entre un par de buenos amigos.
martes, 22 de marzo de 2011
Instrucciones para sobrevivir a un romance de oficina
La oficina, lugar bizarro por excelencia, es a veces telón de fondo para tórridos y un tanto complicados romances "de escritorio"...sobrevivir a ellos es un reto...pero como para el hombre no hay nada imposible, aquí les dejo unos tips...
Guía práctica para que sus romances de oficina no queden al descubierto
1. DISIMULE; mirar demasiado al objeto de su deseo dentro del área de trabajo es lo mismo que colocarse en la frente un letrero con el nombre de esa persona.
2. Evite acercarse al cubículo de trabajo del individuo en cuestión, para hablar por ejemplo, del clima…RECUERDE “usted está en un área laboral”.
3. Llegar juntos al trabajo NO-ES-BUENA-IDEA; si no le queda otro remedio porque el amanecer lo cogió in fraganti en el apartamento del susodicho (a), pida ropa prestada, lávese el cabello y asegúrese de no entrar sincronizadamente.
4. Para enamorarse, encuentarse o enmozarse NO SE NECESITAN CONFIDENTES, si ud se valora un poquito a sí mismo, por favor no le cuente a nadie de su entorno laboral de su buen momento, recuerde que vivimos en un país donde históricamente no se muere de cáncer sino de envidia.
5. Ni Rosas Ni Juguetes…en la oficina no hay cabida para flores, chocolates y demás mkdas que si cabrían en otro lugar…recuerde es un romance, pero ante todo es un ROMANCE DE OFICINA.
6. DIGA NO A LOS SHOWS DE OFICINA, el mundo fuera de ella es un lugar muy amplio dónde las quejas, reclamos y escenas de celos serán perfectamente válidas.
7. Mantenga su rendimiento laboral…¿recuerda cuando estaba en el colegio y sus padres decían que el (la) novio (a), iría en detrimento de su rendimiento académico?, pues bien acá aplica la misma ley, con la salvedad de que en el colegio a ud no lo echaban por sacar 0.
8. El exceso de alcohol es perjudicial para la salud…y para la reputación; en salidas de oficina o integraciones de trabajo manténgase preferiblemente lejos del tinieblo (a) en cuestión y de los tragos…la combinación de estos dos componentes es nefasta.
9. Si se agregan a facebook, twitter, o alguna red social de moda, evite los post en el muro de el/la susodicho (a), muy seguramente alguno de los dos también tendrá agregado a alguien….de la oficina.
10. La salida en fin de semana es provechosa y ayuda a relajarse después de 5 días de ardua labor, pero…¿por qué tiene que ser al mismo sitio a dónde va a rumbear toda la empresa?
Hasta aquí el decálogo de normas fundamentales para el romance de oficina, sin embargo si alguna de las anteriores diez instrucciones le falla, por favor atienda las siguientes de emergencia, no se sabe cuando sea necesario romper el vidrio.
1. Si lo pescaron in fraganti…NIÉGUELO y niéguelo cobardemente hasta la muerte, recuerde que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
2. Si por alguna mala racha ud terminó fijándose en la misma persona en la que su jefe (a) tenía puestos los ojos…sonría, recuerde que “cuando la vida te de la espalda, tócale el c…”
sábado, 19 de marzo de 2011
20 recursos indispensables para un harakiri laboral
Una oficina puede llegar a ser sin duda un lugar un tanto peculiar y a veces puede caer en la rutina; puede suceder entonces que usted se aburra de estar allí...y no sepa muy bien cómo arreglárselas para irse. Pues bien, en mi corta pero fructífera experiencia en el mundo laboral he reunido los "tips" necesarios para utilizar en caso de emergencia, algunos de ellos han sido ejecutados magistralmente por algunos de mis ocasionales y en otros casos permanentes compañeros de oficina, otros los he puesto yo misma en práctica con brillantes resultados; el reto es llevarlos a la práctica conjugados en un solo asalariado, así que ¡¡a romper el vidrio!!
1. Llegue tarde y váyase temprano, cumplir horarios es para los lamezuelas.
2. Exprese públicamente su descontento con las decisiones gerenciales, especialmente si el capo di tutti capi se encuentra cerca.
3. Las ironías mejor conocidas como “puyas” deben estar siempre a la orden del día, sobre todo si se está atacando a “los duros” y esos duros están presentes.
4. Niéguese rotundamente a ejecutar tareas extras ¿acaso le pagarán por ellas?
5. Los cumpleaños, almuerzos de trabajo e integraciones laborales de cualquier otra índole siempre serán una farsa y usted NUNCA deberá estar presente.
6. Recuerde que nadie está por encima de usted…guarde en su cajón dos piedras para que cuando lo requiera pueda contestar “con una en cada mano”.
7. El descontento con las situaciones laborales indeseables – en resumen todo – también debe manifestarse por escrito; el correo organizacional es una magnífica herramienta…principalmente en lo que respecta a “dejar evidencia”.
8. Al (a) jefe (a) sin duda deben encantarla las pequeñas andanzas de sus subordinados…el baño puede ser el mejor lugar para contarlas (se recomienda especialmente cerrar la puerta, asumir actitud conspiradora y mostrarse nervioso – el jefe también – cuando alguien no invitado a la fructífera conversación haga presencia repentina).
9. Aunque suene contradictorio ser el (la) consentido (a) del jefe (a) – o pretender serlo – es un recurso invaluable cuando de harakiri laboral se trata.
10. Fijarse precisamente en el (la) compañero (a) en el que el (la) jefe (a) tiene puestos los ojos tiene un efecto encantador en cuanto a acelerar la redacción de la carta de renuncia.
11. ¿Prudencia? Usted no conoce esa palabra.
12. Llevar continuamente a la oficina una fruta específica para darla y repartirla: Papaya
13. ¿Conoce la misión, visión y proyección de la empresa? Aquí tiene las suyas en particular: egocentrismo, indiferencia y apatía
14. No se preocupe de leer el contrato laboral antes de firmarlo…así podrá alegar desconocimiento sobre ciertas actividades que resultan de obligatorio cumplimiento.
15. Niéguese a recoger el dinero para el regalo del (a) jefe (a) el día de su cumpleaños (el del jefe), especialmente cuando el sentimiento de rechazo entre el (ella) y usted es mutuo y asegúrese de manifestarlo y expresarlo en voz alta….
16. Ciertos inventos políticos son magníficos a la hora de pasarse por la faja algunas reuniones y por qué no…también el horario; si no se le ocurre ninguno puede empezar por el siguiente: pico y placa.
17. Las reuniones – todas sin excepción – son una pérdida de tiempo, y éste pensamiento debe manifestarse a voz en cuello, antes, durante y después de cada una de ellas.
18. ¿Usted tiene entradas adicionales a las de la oficina? Pues bien, la oficina es un excelente sitio para acrecentarlas, así que empiece a llevar catálogos de ventas y a repartirlo entre sus compañeros, el correo institucional también es ideal para promocionar sus ventas y hacer merchandising.
19. Intente reunir todas las dieciocho anteriores instrucciones
20. Asegúrese de que su jefe (a) – ese (a) mismo (a) con el que tiene desavenencias – lo encuentre leyendo esto.
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