Siempre he sido de esas mujeres afortunadas que tiene un reducido y casi ridículo número de amigas y un importante número de amigos, y aunque a mis congéneres les moleste un poquito mi posición y me tilden de machista, siempre me sentiré afortunada por ésta situación.
En alguna de mis entradas anteriores, comentaba que las mujeres tenemos un talento innato para juntarnos a hablar mucho y en ocasiones no muy bien, de otras personas. Y no es el único talento femenino, que por otra parte podría denominarlo casi como un defecto incontrolable.
Por eso es mejor tener amigos, porque los hombres suelen ser de muchas formas, seres más directos, más tranquilos y aunque muchas se desgarren las vestiduras por lo que voy a decir: mucho más sinceros; por lo menos en cuanto a lo que sienten por otra persona, en cualquiera de los planos a los que se pueda extrapolar un sentimiento. Y no sólo eso; sentimentalmente hablando (y en muchos otros planos también) ser hombre es más fácil. Un hombre por regla general, sabe muy bien lo que siente por otra persona, la ama o no la ama, la quiere o no la quiere. Es simple; para nosotras en cambio el mundo de lo sentimental tiene mil matices de todos los colores imaginables, que además se complica por la inoportuna intervención de nuestras enredadas hormonas.
Para no ir muy lejos hablaremos de una amiga; aunque muchos piensen que suene a cliché hablar sobre “una amiga”, la verdad es que si me sentara a hablar sobre mis sentimientos, sería mejor poner un Ying Yang porque casi casi, siento como los hombres y la idea es llenar la entrada con algo medianamente interesante sobre las atribuladas mentes enamoradas.
Mi amiga en cuestión es una niña adorable, con la que puedo contar sin importar el día, la hora, la fecha en calendario, o el lugar en éste sórdido planeta, una mujer con la que puedo reír sin control o hablar de temas trascendentales; es una de esas personas capaces de llenar espacio en un corazón porque aparte de ser una buena amiga, tiene una personalidad muy agradable y un cerebro capaz de pensar y de cambiar a la gente si se lo propone, pero como nada es perfecto tiene un pequeño defecto que a ella le ha costado lágrimas sistemáticas y a mi más de un dolor de cabeza: tiene una facilidad tremenda para enamorarse.
El problema no constituye en sí enamorarse, el problema radica en que es mujer y se enamora locamente como se enamora el 90% de la población femenina.
Eso implica que además de querer con locura al objeto de su amor, siente por él una extraña combinación de sensaciones que más se asemeja a una paleta de colores en un software de diseño que a una gama sentimental, cualquiera que sea su apariencia. Hay días, horas o incluso minutos en los que el sentimiento de amor es particularmente fuerte; es entonces cuando el apodo romántico del chico sale a relucir en un tono cariñoso, acompañado de un par de frases convencionales entre las que “amor” y “estabilidad” suelen ser los dos sustantivos, que terminan de adornar la afirmación llena de entusiasmo. Pero también hay días, horas y minutos en los cuáles el sentimiento decrece notoriamente, es entonces cuando el chico toma su nombre de pila y la frase se acompaña de términos como “cansada” y “finiquitar”; en otras ocasiones el muchacho se transforma en el mejor amigo y confidente, para ser denominado luego como el más falso de todos los profetas. Y así continua el ciclo cada 24 horas, cada 7 días y cada 4 semanas.
Prefiero omitir la parte previa a “nuestros días” cuando la situación de por sí ya un tanto bizarra, tiende a tomar tintes críticos y aparecen las lágrimas, que segundos después darán paso a las más tiernas sonrisas y que serán reemplazadas de nuevo por las lágrimas.
“Las mujeres somos más emocionales” me dijo hace poco alguien cercano, sin embargo cada vez que veo lo tremendamente emocionales que podemos llegar a ser, prefiero formar parte de la pequeñísima minoría que simplemente opta por reaccionar de forma estoica ante cualquier ocurrencia de mi pareja o acompañante, o ceder tranquilamente a ver la película que a él le gusta, o no tomarse en serio si no se fija en mi nuevo peinado.
Ahora debo irme…un amigo me invitó a tomarnos unas cervezas porque acaba de terminar con la novia, la cual ya cambió su situación sentimental en facebook, lo que generó más de 150 comentarios, casi todos femeninos y de carácter histérico, sin contar los que generó su “estado” en la misma red social con alguna frase similar a que todos los hombres son iguales; mientras tanto mi amigo y yo hablaremos del precio de la gasolina, del futuro de la energía nuclear y de lo deliciosa que una buena cerveza resulta entre un par de buenos amigos.
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