No me gustan los niños, pero eso ya lo había dicho. Detesto todas y cada una de sus ocurrecias, imprudencias, y majaderías; el único modelo posible de niño que puede gustarme es el que yo misma era cuando tenía esa edad (con ésto de paso respondo cualquier estúpida pregunta o refriegue de madre desconsolada de que "usted también pasó por ahí"), pero dado que gracias a la psicología, psicopedagogía, psicología infantil y unas cuantas pseudociencias más, los padres de hoy en día no tienen el derecho legal de educar a sus hijos, es imposible esperar que un niño sea bien portado. Y no es que yo tenga tantos años, otro cuento es que mis papás me tuvieron tarde y por tanto traían con ellos una mentalidad educativa en donde las cosas se decían sin adornos y sin pendejadas, y aunque ya la época de "la letra con sangre entra" era cosa del pasado, no se les arrugaba nada cuando en su sabiduría, había necesidad de entrar a educar y apretar las riendas.
Hoy en día, encontrar padres conscientes es un milagro absoluto (y yo no creo en milagros); uno ve en un restaurante de lo más elegante, revolotear un par de mocosos, que acaban el tímpano de los comensales, utilizan la pared de lienzo artístico y destruyen la decoración del lugar, y no hay un sólo adulto que se atreva a decirles una sílaba que detenga a los terremotos. Cuando yo tenía la edad de ellos, permanecía sentada obedientemente frente al plato, comía lo que era capaz de consumir y permanecía con mi ropa impecablemente llevada, durante toda la cena. Por supuesto, yo contaba con una madre que al menor asomo de berrinche por disgusto con el plato, me propinaba un discreto pellizco; levantarme de la mesa a dar vueltas por el sitio era sencillamente algo que nunca se me ocurriría y ensuciar un vestido, una conducta que hubiera merecido la peor mirada de mi padre. Pero como digo, ellos no estaban dispuestos a echar a perder un hijo.
Ahora los padres leen afanosamente libros que los "enseñan a ser padres" desde que el feto está en el vientre de la susodicha; ¿el resultado? colegios donde el cuadro de honor está desocupado, niños maleducados que no son capaces de apreciar la diferencia entre el patio de juegos de su casa y el restaurante de etiqueta de un club social, auténticos monstruos que corren con estrépito por centros comerciales y rompen todo a su paso, a lo que padres indignados (con los del centro comercial) responden con un altanero "¿cuanto le debo?" cuando un almacenista hace valer sus derechos, niños incapaces de tomar decisiones, resolver un problema o aceptar sus resposabilidades. El año se perdió para todos - y digo todos porque muchos aunque no tengamos hijos, hemos sido víctimas de los hijos de otros - cuando los padres dejaron de darle importancia al respeto, a los valores y la rectitud y empezaron a dejarse guiar de libros escritos por psicólogos que con toda seguridad no tienen hijos.
Detesto a los niños; me indispone de forma total que corran alrededor mío - como si yo fuera un árbol - en cualquier sitio público; odio que mis amigos me presenten a sus hijos y estos me sometan a un interrogatorio sistemático en donde cada pregunta empieza con un adrede "por qué" que destroza los nervios a cualquiera; me consume una ira fría ver a un infante pateando el suelo con puños y pies, porque el padre se niega a comprar el juguete exhibido por falta de dinero (bien sabido es que un niño que no conoce privaciones, carece de cualquier carácter); me enferma sobremanera verlos comer sin un mínimo de modales en todo tipo de lugares donde vendan comida, como si lo mismo fuera comer pollo asado, que filete strogonoff; aborrezco ver como sitios que merecen respeto para una gran mayoría - como las iglesias - se convierten en campo de batalla entre las minúsculas criaturas, que carecen de autoridad bajo el techo de su casa; pero lo que más puedo odiar es que cuando algún padre reacciona y aplica correctivos orientados a enfocar la disciplina, tiene que huír por su vida, ante una turba de iracundos que amenazan al consciente individuo con estupideces que van desde el Bienestar Familiar, hasta el linchamiento en la vía pública.
Me fastidian francamente los niños y el problema no está en que sean niños, está en que los padres han olvidado educarlos, en que se enfrascan desde su concepción misma en detalles nimios como la decoración del cuarto y los padrinos y se olvidan que tienen una responsabilidad muy grande y de que dependiendo de lo bien o mal que lo hagan, pueden crear un gran ser humano o un auténtico monstruo.
Y la pesadilla no acaba aquí, quedan los años de la preadolescencia.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario