lunes, 8 de agosto de 2011

¿Y ahora qué?

Llevo dos años, seis meses y dieciséis dias mal contados trabajando en este sitio. Sus paredes, rincones y espacios se me han hecho tan familiares por tantas y no tan buenas razones, que si no volviera a verlos no sabría si lamentarlo o sentir una especie de hechizo liberador.

Lo que era entonces, cuando entré por primera vez a este sitio, casi no puedo recordarlo; alguna vez mientras leía a J.K. Rowling, su personaje se recordaba a sí mismo unos años antes y describía la sensación como "el recuerdo de un hermano menor que hubiera perdido hacía mucho" no es exactamente lo que puedo decir que siento, pero es lo más cercano a aquella sensación nostálgica y bastante difícil de describir que me viene persiguiendo hace algunas semanas.

Puedo afirmar que aprendí muchas cosas en éste sitio, algunas buenas...la mayoría no tanto. Las buenas alimentan más a la parte intelectual y al desarrollo profesional, son importantes, y puedo decir que me serán muy útiles, pero como dije antes; comparadas con las malas, no son tantas. Aprendí de este lugar a desconfiar aún más de la gente; con frecuencia me han criticado el hecho de desconfiar hasta de mi sombra. Este lugar demostró que razones no me faltan.

Aprendí también que las mujeres son la peor opción como compañeras de trabajo; aunque soy mujer y sea un tanto aburridor decirlo, pero las mujeres son las encargadas de echar a perder el mejor de los ambientes laborales (mis disculpas con el género). También absorbí aquí la importancia de sacar las uñas de cuando en cuando, así el resto del tiempo haya por necesidad, que fingir ser una mansa paloma. Si los cotilleos en la corte Francesa de Luis XVI eran escabrosos, puedo asegurar que se quedan cortos ante los ambientes laborales de las Mega empresas del siglo XXI y eso que desde entonces tres siglos y unas cuantas revoluciones han dejado huella en la historia.

Aunque para qué negarlo, el legado es interesante: lecciones de vida para trascender en un mundo laboral y vivir para contarlo; manejo de las relaciones interpersonales a pequeña y mediana escala, sin hacer enemigos gratis; un kit de emergencia para romper en caso de que el enemigo sea el jefe (incluye consejos adicionales si el jefe es mujer); una corta lista de amigos (todos hombres) a los que recordaré con mucho cariño en donde sea y mantendré el contacto lo más frecuente que pueda. Una larga lista de conocidos, cuyos nombres prefiero olvidar en su mayoría y de quienes sólo quiero llevarme las experiencias, porque para bien o para mal todo el mundo tiene algo que enseñar.

Y si dentro de algunos meses no vuelvo a ver estos espacios, estas paredes, estos rincones, y forzosamente tenga que alejarme de tantos sinsabores inesperados, me llevaré como un tesoro invaluable las experiencias vividas, las costumbres adquiridas y los hábitos que buenos o no tanto me ayudaron a sobrevivir aquí. Y a todos (cada uno sabe a quién me refiero) les doy las gracias por los buenos y no tan buenos momentos.

Hacia adelante sólo queda dar el últimos esfuerzo, librar la última y más importante batalla y no dejar olvidar que sólo nuestra satisfacción es la que vale la pena sentir, cuando se culmina un costoso camino.

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