Siempre he escuchado que ser padre le cambia totalmente la vida a las personas. No se si sea cierto, pues nunca he experimentado la sensación, pero hay que admitir que definitivamente ser padres, cambia la percepción del mundo que las personas han tenido hasta entonces.
Y no estoy hablando de la forma en como se percibe la vida, ni lo invaluable que resulta una sonrisa, o lo apetecible que puede ser levantarse cada hora durante un mes seguido, atendiendo las necesidades nocturnas del nuevo habitante del planeta. No. Hablo de la percepción de realidades, que se modifican automáticamente cuando alguien se convierte en "padre". Mil formas tienen papá y mamá para llamar a sus hijos. "Papito" "mamita" "chiquito" "chiquita" "nene" "nena" y varios pares de etc's. Una forma tierna de llamar a una criatura sin duda alguna; hasta las 5 años ha de ser indispensable, pues los pequeños necesitan de demostraciones palpables de afecto. Hasta los 10 años es total continuidad, hasta los 15 es costumbre, en adelante es una desfiguración total de la realidad.
Uno tiene que pasar por muchos malentendidos, vergüenzas y meteduras de pata para acostumbrarse, pero termina por hacerlo. A nadie se le puede pedir de entrada, que lo tome con naturalidad. La escena: va uno de visita a donde cualquier conocido; la matrona de casa, que generalmente suele llamarse con un nombre bastante fuerte y como diríamos los de esta generación "de señora", que debe pronunciarse siempre en su forma diminutiva y con el apellido completo, pero no el apellido de ella, el que le dieron al nacer; no. El apellido del esposo...la combinación resulta algo así como "Teresita de Contreras". La señora en cuestión aparenta una dulzura extrema, suele recibir a los invitados con bastante benevolecia y ser una anfitriona estrella, hasta que decide presentar a la familia, y es entonces cuando llama "al niño" o a "la niña". Uno que no ha sido padre y tiene aún la percepción del mundo ajustada a la realidad proporcionada que debe tener, se le ocurre un interesante apunte para romper el hielo "¿que grado de primaria cursa?" justo cuando uno termina de hacer la pregunta, la otrora dulce anfitriona lo fulmina con la mirada y es entonces cuando aparece "el niño" o "niña" que en el 90% de los casos tiene más años que uno.
No hay padre que se salve, yo lo he vivido en carne propia. Alguna vez ya cruzando los 19 años y tirando casi a los 20, fuimos a almorzar con motivo del cumpleaños de mi papá a un bonito restaurante. Un mesero de lo más jovial se acercó a tomar el pedido y cuando mi mamá empezó a ordenar, lo inauguró así: "hágame el favor y a LA NIÑA no le trae sopa, porque no le gusta", el muchacho, totalmente desconcertado miró en derredor buscando a "la niña", que adicional con el apunte sobre la sopa, debía con toda seguridad estarse imaginando a alguna infante caprichosa. Ante la palpable ausencia de "la niña" el mesero volvió a mirar a mi mamá y antes de pronunciar las palabras, que ella ya había adivinado (¿cuál niña?), se encontró con la peor de las miradas asesinas, que sólo un padre protector puede hacer y al mirarme descubrió sudando quién era la niña. La misma situación la viví bajando de un bus intermunicipal, después de un viaje con mis papás..."esa maleta rosada es la de la niña", resultado: ayudante de bus buscando a la niña para entregarle una maleta para colmo rosada y se estrelló con la misma mirada asesina que tuvo que aguantar el mesero, y entregarle la maleta rosada a una mano, cuya altura rebasaba bastante, los límites inicialmente buscados. Claro que en parte la culpa es mía por comprar la maleta rosada.
Psicológicamente hay que prepararse para todo. Para pasar las vergüenzas mas atroces, cuando en lugares públicos uno sea llamado "el niño" o "la niña", pero también para no sorprenderse cuando le anuncien la presencia de un infante en la casa y el susodicho resulte medir como mínimo 1.80. Es parte de la vida...de este mundo moderno lleno de padres amorosos, que pueden ver a sus hijos el doble de altos que ellos mismos y seguir llamándoles siempre "papito"...hay que mentalizarse a ser "eternamente criaturas", por lo menos hasta que mamá y papá falten...
domingo, 28 de agosto de 2011
lunes, 22 de agosto de 2011
El mundo vs. Yo
Hay días en que es inevitable, jornadas en las que simplemente todo sale mal, horas enteras en las que me encantaría sumergirme de cabeza en un estanque para no salir nunca más a la superficie. Pero para desgracia mia soy demasiado cobarde como para inflingirme un daño físico suficiente como para pasar varios días de visita en una clínica. Sin contar que una vez dada de alta terminaría como mínimo en un hospital psiquiátrico, y no gracias...no quiero arruinar la vida de aquellos profesionales de la salud que se dedican a cuidar personas inofensivas.
Soy fuerte, si, llorar no es algo muy común en mi. No por orgullo, no. Es sólo que las lágrimas de alguna forma me parecen un desperdicio y además odio dar explicaciones a quién no debo. Un conocido de esos fugaces, se me quedó porque alguna vez me dijo una frase que recordaré para siempre: "No le cuente sus problemas a la gente: a la mitad no le importan y la otra mitad se alegra", creo que es una verdad de la sabiduría popular, muy acertada. Me cuesta transmitir lo que siento, no puedo sencillamente echarme a llorar sin detenerme, mientras le cuento a alguien más mis desgracias. En lugar de eso, me trago entero todo y le doy al mundo la mejor cara que puedo hacer ante esta realidad de perros.
Hoy es uno de esos días en que el mundo está de cabeza; redescubrí como quién redescubre el agua tibia, que mis papás son unos egoístas, que el mundo laboral es el peor invento, que Osho tiene razón y la única manera de sentirse importante es siendo un poco o muy miserable, y que el mundo no será más humano, ni aunque se reinvente sus propias mentiras.
No me cortaré el cabello como mi gran amiga, para quitarse de encima las cosas malas, en parte porque tengo una batalla rebelde que librar con mi mamá y ahora cobra mayor sentido, y en parte, porque yo soy de decisiones más radicales y ya decidí cuando, como y dónde dejar una huella imborrable sobre mí misma.
Hoy 22 de Agosto puedo decir que odio al mundo y sus majaderías...hoy digo tranquilamente que a este mundo le dicen Luis VL, porque Luis XV era un HP...
Soy fuerte, si, llorar no es algo muy común en mi. No por orgullo, no. Es sólo que las lágrimas de alguna forma me parecen un desperdicio y además odio dar explicaciones a quién no debo. Un conocido de esos fugaces, se me quedó porque alguna vez me dijo una frase que recordaré para siempre: "No le cuente sus problemas a la gente: a la mitad no le importan y la otra mitad se alegra", creo que es una verdad de la sabiduría popular, muy acertada. Me cuesta transmitir lo que siento, no puedo sencillamente echarme a llorar sin detenerme, mientras le cuento a alguien más mis desgracias. En lugar de eso, me trago entero todo y le doy al mundo la mejor cara que puedo hacer ante esta realidad de perros.
Hoy es uno de esos días en que el mundo está de cabeza; redescubrí como quién redescubre el agua tibia, que mis papás son unos egoístas, que el mundo laboral es el peor invento, que Osho tiene razón y la única manera de sentirse importante es siendo un poco o muy miserable, y que el mundo no será más humano, ni aunque se reinvente sus propias mentiras.
No me cortaré el cabello como mi gran amiga, para quitarse de encima las cosas malas, en parte porque tengo una batalla rebelde que librar con mi mamá y ahora cobra mayor sentido, y en parte, porque yo soy de decisiones más radicales y ya decidí cuando, como y dónde dejar una huella imborrable sobre mí misma.
Hoy 22 de Agosto puedo decir que odio al mundo y sus majaderías...hoy digo tranquilamente que a este mundo le dicen Luis VL, porque Luis XV era un HP...
sábado, 13 de agosto de 2011
Diatriba por el derecho a mantener lejos a los infantes II
No me gustan los niños, pero eso ya lo había dicho. Detesto todas y cada una de sus ocurrecias, imprudencias, y majaderías; el único modelo posible de niño que puede gustarme es el que yo misma era cuando tenía esa edad (con ésto de paso respondo cualquier estúpida pregunta o refriegue de madre desconsolada de que "usted también pasó por ahí"), pero dado que gracias a la psicología, psicopedagogía, psicología infantil y unas cuantas pseudociencias más, los padres de hoy en día no tienen el derecho legal de educar a sus hijos, es imposible esperar que un niño sea bien portado. Y no es que yo tenga tantos años, otro cuento es que mis papás me tuvieron tarde y por tanto traían con ellos una mentalidad educativa en donde las cosas se decían sin adornos y sin pendejadas, y aunque ya la época de "la letra con sangre entra" era cosa del pasado, no se les arrugaba nada cuando en su sabiduría, había necesidad de entrar a educar y apretar las riendas.
Hoy en día, encontrar padres conscientes es un milagro absoluto (y yo no creo en milagros); uno ve en un restaurante de lo más elegante, revolotear un par de mocosos, que acaban el tímpano de los comensales, utilizan la pared de lienzo artístico y destruyen la decoración del lugar, y no hay un sólo adulto que se atreva a decirles una sílaba que detenga a los terremotos. Cuando yo tenía la edad de ellos, permanecía sentada obedientemente frente al plato, comía lo que era capaz de consumir y permanecía con mi ropa impecablemente llevada, durante toda la cena. Por supuesto, yo contaba con una madre que al menor asomo de berrinche por disgusto con el plato, me propinaba un discreto pellizco; levantarme de la mesa a dar vueltas por el sitio era sencillamente algo que nunca se me ocurriría y ensuciar un vestido, una conducta que hubiera merecido la peor mirada de mi padre. Pero como digo, ellos no estaban dispuestos a echar a perder un hijo.
Ahora los padres leen afanosamente libros que los "enseñan a ser padres" desde que el feto está en el vientre de la susodicha; ¿el resultado? colegios donde el cuadro de honor está desocupado, niños maleducados que no son capaces de apreciar la diferencia entre el patio de juegos de su casa y el restaurante de etiqueta de un club social, auténticos monstruos que corren con estrépito por centros comerciales y rompen todo a su paso, a lo que padres indignados (con los del centro comercial) responden con un altanero "¿cuanto le debo?" cuando un almacenista hace valer sus derechos, niños incapaces de tomar decisiones, resolver un problema o aceptar sus resposabilidades. El año se perdió para todos - y digo todos porque muchos aunque no tengamos hijos, hemos sido víctimas de los hijos de otros - cuando los padres dejaron de darle importancia al respeto, a los valores y la rectitud y empezaron a dejarse guiar de libros escritos por psicólogos que con toda seguridad no tienen hijos.
Detesto a los niños; me indispone de forma total que corran alrededor mío - como si yo fuera un árbol - en cualquier sitio público; odio que mis amigos me presenten a sus hijos y estos me sometan a un interrogatorio sistemático en donde cada pregunta empieza con un adrede "por qué" que destroza los nervios a cualquiera; me consume una ira fría ver a un infante pateando el suelo con puños y pies, porque el padre se niega a comprar el juguete exhibido por falta de dinero (bien sabido es que un niño que no conoce privaciones, carece de cualquier carácter); me enferma sobremanera verlos comer sin un mínimo de modales en todo tipo de lugares donde vendan comida, como si lo mismo fuera comer pollo asado, que filete strogonoff; aborrezco ver como sitios que merecen respeto para una gran mayoría - como las iglesias - se convierten en campo de batalla entre las minúsculas criaturas, que carecen de autoridad bajo el techo de su casa; pero lo que más puedo odiar es que cuando algún padre reacciona y aplica correctivos orientados a enfocar la disciplina, tiene que huír por su vida, ante una turba de iracundos que amenazan al consciente individuo con estupideces que van desde el Bienestar Familiar, hasta el linchamiento en la vía pública.
Me fastidian francamente los niños y el problema no está en que sean niños, está en que los padres han olvidado educarlos, en que se enfrascan desde su concepción misma en detalles nimios como la decoración del cuarto y los padrinos y se olvidan que tienen una responsabilidad muy grande y de que dependiendo de lo bien o mal que lo hagan, pueden crear un gran ser humano o un auténtico monstruo.
Y la pesadilla no acaba aquí, quedan los años de la preadolescencia.
Continuará...
Hoy en día, encontrar padres conscientes es un milagro absoluto (y yo no creo en milagros); uno ve en un restaurante de lo más elegante, revolotear un par de mocosos, que acaban el tímpano de los comensales, utilizan la pared de lienzo artístico y destruyen la decoración del lugar, y no hay un sólo adulto que se atreva a decirles una sílaba que detenga a los terremotos. Cuando yo tenía la edad de ellos, permanecía sentada obedientemente frente al plato, comía lo que era capaz de consumir y permanecía con mi ropa impecablemente llevada, durante toda la cena. Por supuesto, yo contaba con una madre que al menor asomo de berrinche por disgusto con el plato, me propinaba un discreto pellizco; levantarme de la mesa a dar vueltas por el sitio era sencillamente algo que nunca se me ocurriría y ensuciar un vestido, una conducta que hubiera merecido la peor mirada de mi padre. Pero como digo, ellos no estaban dispuestos a echar a perder un hijo.
Ahora los padres leen afanosamente libros que los "enseñan a ser padres" desde que el feto está en el vientre de la susodicha; ¿el resultado? colegios donde el cuadro de honor está desocupado, niños maleducados que no son capaces de apreciar la diferencia entre el patio de juegos de su casa y el restaurante de etiqueta de un club social, auténticos monstruos que corren con estrépito por centros comerciales y rompen todo a su paso, a lo que padres indignados (con los del centro comercial) responden con un altanero "¿cuanto le debo?" cuando un almacenista hace valer sus derechos, niños incapaces de tomar decisiones, resolver un problema o aceptar sus resposabilidades. El año se perdió para todos - y digo todos porque muchos aunque no tengamos hijos, hemos sido víctimas de los hijos de otros - cuando los padres dejaron de darle importancia al respeto, a los valores y la rectitud y empezaron a dejarse guiar de libros escritos por psicólogos que con toda seguridad no tienen hijos.
Detesto a los niños; me indispone de forma total que corran alrededor mío - como si yo fuera un árbol - en cualquier sitio público; odio que mis amigos me presenten a sus hijos y estos me sometan a un interrogatorio sistemático en donde cada pregunta empieza con un adrede "por qué" que destroza los nervios a cualquiera; me consume una ira fría ver a un infante pateando el suelo con puños y pies, porque el padre se niega a comprar el juguete exhibido por falta de dinero (bien sabido es que un niño que no conoce privaciones, carece de cualquier carácter); me enferma sobremanera verlos comer sin un mínimo de modales en todo tipo de lugares donde vendan comida, como si lo mismo fuera comer pollo asado, que filete strogonoff; aborrezco ver como sitios que merecen respeto para una gran mayoría - como las iglesias - se convierten en campo de batalla entre las minúsculas criaturas, que carecen de autoridad bajo el techo de su casa; pero lo que más puedo odiar es que cuando algún padre reacciona y aplica correctivos orientados a enfocar la disciplina, tiene que huír por su vida, ante una turba de iracundos que amenazan al consciente individuo con estupideces que van desde el Bienestar Familiar, hasta el linchamiento en la vía pública.
Me fastidian francamente los niños y el problema no está en que sean niños, está en que los padres han olvidado educarlos, en que se enfrascan desde su concepción misma en detalles nimios como la decoración del cuarto y los padrinos y se olvidan que tienen una responsabilidad muy grande y de que dependiendo de lo bien o mal que lo hagan, pueden crear un gran ser humano o un auténtico monstruo.
Y la pesadilla no acaba aquí, quedan los años de la preadolescencia.
Continuará...
lunes, 8 de agosto de 2011
¿Y ahora qué?
Llevo dos años, seis meses y dieciséis dias mal contados trabajando en este sitio. Sus paredes, rincones y espacios se me han hecho tan familiares por tantas y no tan buenas razones, que si no volviera a verlos no sabría si lamentarlo o sentir una especie de hechizo liberador.
Lo que era entonces, cuando entré por primera vez a este sitio, casi no puedo recordarlo; alguna vez mientras leía a J.K. Rowling, su personaje se recordaba a sí mismo unos años antes y describía la sensación como "el recuerdo de un hermano menor que hubiera perdido hacía mucho" no es exactamente lo que puedo decir que siento, pero es lo más cercano a aquella sensación nostálgica y bastante difícil de describir que me viene persiguiendo hace algunas semanas.
Puedo afirmar que aprendí muchas cosas en éste sitio, algunas buenas...la mayoría no tanto. Las buenas alimentan más a la parte intelectual y al desarrollo profesional, son importantes, y puedo decir que me serán muy útiles, pero como dije antes; comparadas con las malas, no son tantas. Aprendí de este lugar a desconfiar aún más de la gente; con frecuencia me han criticado el hecho de desconfiar hasta de mi sombra. Este lugar demostró que razones no me faltan.
Aprendí también que las mujeres son la peor opción como compañeras de trabajo; aunque soy mujer y sea un tanto aburridor decirlo, pero las mujeres son las encargadas de echar a perder el mejor de los ambientes laborales (mis disculpas con el género). También absorbí aquí la importancia de sacar las uñas de cuando en cuando, así el resto del tiempo haya por necesidad, que fingir ser una mansa paloma. Si los cotilleos en la corte Francesa de Luis XVI eran escabrosos, puedo asegurar que se quedan cortos ante los ambientes laborales de las Mega empresas del siglo XXI y eso que desde entonces tres siglos y unas cuantas revoluciones han dejado huella en la historia.
Aunque para qué negarlo, el legado es interesante: lecciones de vida para trascender en un mundo laboral y vivir para contarlo; manejo de las relaciones interpersonales a pequeña y mediana escala, sin hacer enemigos gratis; un kit de emergencia para romper en caso de que el enemigo sea el jefe (incluye consejos adicionales si el jefe es mujer); una corta lista de amigos (todos hombres) a los que recordaré con mucho cariño en donde sea y mantendré el contacto lo más frecuente que pueda. Una larga lista de conocidos, cuyos nombres prefiero olvidar en su mayoría y de quienes sólo quiero llevarme las experiencias, porque para bien o para mal todo el mundo tiene algo que enseñar.
Y si dentro de algunos meses no vuelvo a ver estos espacios, estas paredes, estos rincones, y forzosamente tenga que alejarme de tantos sinsabores inesperados, me llevaré como un tesoro invaluable las experiencias vividas, las costumbres adquiridas y los hábitos que buenos o no tanto me ayudaron a sobrevivir aquí. Y a todos (cada uno sabe a quién me refiero) les doy las gracias por los buenos y no tan buenos momentos.
Hacia adelante sólo queda dar el últimos esfuerzo, librar la última y más importante batalla y no dejar olvidar que sólo nuestra satisfacción es la que vale la pena sentir, cuando se culmina un costoso camino.
Lo que era entonces, cuando entré por primera vez a este sitio, casi no puedo recordarlo; alguna vez mientras leía a J.K. Rowling, su personaje se recordaba a sí mismo unos años antes y describía la sensación como "el recuerdo de un hermano menor que hubiera perdido hacía mucho" no es exactamente lo que puedo decir que siento, pero es lo más cercano a aquella sensación nostálgica y bastante difícil de describir que me viene persiguiendo hace algunas semanas.
Puedo afirmar que aprendí muchas cosas en éste sitio, algunas buenas...la mayoría no tanto. Las buenas alimentan más a la parte intelectual y al desarrollo profesional, son importantes, y puedo decir que me serán muy útiles, pero como dije antes; comparadas con las malas, no son tantas. Aprendí de este lugar a desconfiar aún más de la gente; con frecuencia me han criticado el hecho de desconfiar hasta de mi sombra. Este lugar demostró que razones no me faltan.
Aprendí también que las mujeres son la peor opción como compañeras de trabajo; aunque soy mujer y sea un tanto aburridor decirlo, pero las mujeres son las encargadas de echar a perder el mejor de los ambientes laborales (mis disculpas con el género). También absorbí aquí la importancia de sacar las uñas de cuando en cuando, así el resto del tiempo haya por necesidad, que fingir ser una mansa paloma. Si los cotilleos en la corte Francesa de Luis XVI eran escabrosos, puedo asegurar que se quedan cortos ante los ambientes laborales de las Mega empresas del siglo XXI y eso que desde entonces tres siglos y unas cuantas revoluciones han dejado huella en la historia.
Aunque para qué negarlo, el legado es interesante: lecciones de vida para trascender en un mundo laboral y vivir para contarlo; manejo de las relaciones interpersonales a pequeña y mediana escala, sin hacer enemigos gratis; un kit de emergencia para romper en caso de que el enemigo sea el jefe (incluye consejos adicionales si el jefe es mujer); una corta lista de amigos (todos hombres) a los que recordaré con mucho cariño en donde sea y mantendré el contacto lo más frecuente que pueda. Una larga lista de conocidos, cuyos nombres prefiero olvidar en su mayoría y de quienes sólo quiero llevarme las experiencias, porque para bien o para mal todo el mundo tiene algo que enseñar.
Y si dentro de algunos meses no vuelvo a ver estos espacios, estas paredes, estos rincones, y forzosamente tenga que alejarme de tantos sinsabores inesperados, me llevaré como un tesoro invaluable las experiencias vividas, las costumbres adquiridas y los hábitos que buenos o no tanto me ayudaron a sobrevivir aquí. Y a todos (cada uno sabe a quién me refiero) les doy las gracias por los buenos y no tan buenos momentos.
Hacia adelante sólo queda dar el últimos esfuerzo, librar la última y más importante batalla y no dejar olvidar que sólo nuestra satisfacción es la que vale la pena sentir, cuando se culmina un costoso camino.
domingo, 7 de agosto de 2011
Venganza y Desquite: dos platos que sin importar como se sirvan, saben bien
No nos digamos pendejadas, TODOS alguna vez en la vida hemos tomado desquite o venganza por alguna que nos han hecho. TODOS. Y es que en la naturaleza del hombre el rencor está implícito como algo que difícilmente se puede superar a punta de lecturas sobre la evolución, idas a misa o charlas de reconcilie.
¿Perdón y Olvido? si claro, perdonar sencillamente es recomendable, más que por no perder amistades, conservar buenos momentos y etc etc, es una cuestión de salud física y mental. No tiene sentido alguno matarse la vida odiando al susodich@ que alguna vez nos mintió, falló, traicionó, insultó, dejó y cualquier cantidad de actos que en su momento quedaron impunes. El malvado con seguridad vivirá su vida feliz y con bastante probabilidad de indiferencia ante el acto que nos hizo doler a fondo, mientras el ofendido se pasa sus días con la amargura en el corazón y la desazón en el alma.
Por eso soy fanática del perdón. El olvido es otra vaina; solo un imbécil o un pacientre crónico de alzheimer, tiene capacidad para olvidar las ofensas; el resto de la humanidad, religiosos o no, creyentes o no JAMÁS olvidamos una ofensa, una mentira, una traición o un insulto bien medido ¿por qué?, aquí va la respuesta para que los asiduos lectores de las escrituras no se sientan culpables: Porque es un simple mecanismo de defensa que el inconsciente tiene para evitar que aquel dolor que se sintió, vuelva a sentirse. Y lo avalan frases tan antiguas como aquel proverbio árabe que reza "si me engañas una vez la culpa será tuya, pero si me engañas por segunda vez la culpa será mía", o una más Colombiana y menos poética que mi papá gustaba de repetir con frecuencia "la primera por experiencia y la segunda por sinvergüenza"; así de sencillo es, el recordar algo que nos hizo daño y que fue ejecutado por alguien cercano, nos ayuda simplemente a dar marcha atrás ante el individuo la próxima vez que quiera hacerse el chistoso.
Pero aún viene la parte más interesante del asunto. Porque a pesar de lo muy santos que muchos pretendan ser, nadie desecha una oportunidad de desquite bien presentada, pues bien decía Mario Puzo "hasta el más sencillo de los hombres, si es paciente y sabe observar, tendrá la oportunidad de desquitarse del más poderoso". Y nada como un plato bien servido a rebosar, de un desquite bien calculado, una oportunidad única de devolver la cachetada recibida o el impase que nos costó más de un mal sabor de boca y nos amargó el rato.
Venganza es una palabra grande, por eso prefiero desquite; claro que acorde a la ofensa se dará el acto recíproco, si la papaya se presenta en una ocasión inesperada. Por eso es que hoy lamento profundamente la decisión que he tomado, pero un pequeño desquite me dará pronto un pequeñísimo regusto para que sepas lo que se siente hablar con tanta propiedad de un acto en el que tú no es que lleves mucho las banderas...y sólo me queda decirte que pronto, muy pronto sabrás lo que siente.
Au revoir
¿Perdón y Olvido? si claro, perdonar sencillamente es recomendable, más que por no perder amistades, conservar buenos momentos y etc etc, es una cuestión de salud física y mental. No tiene sentido alguno matarse la vida odiando al susodich@ que alguna vez nos mintió, falló, traicionó, insultó, dejó y cualquier cantidad de actos que en su momento quedaron impunes. El malvado con seguridad vivirá su vida feliz y con bastante probabilidad de indiferencia ante el acto que nos hizo doler a fondo, mientras el ofendido se pasa sus días con la amargura en el corazón y la desazón en el alma.
Por eso soy fanática del perdón. El olvido es otra vaina; solo un imbécil o un pacientre crónico de alzheimer, tiene capacidad para olvidar las ofensas; el resto de la humanidad, religiosos o no, creyentes o no JAMÁS olvidamos una ofensa, una mentira, una traición o un insulto bien medido ¿por qué?, aquí va la respuesta para que los asiduos lectores de las escrituras no se sientan culpables: Porque es un simple mecanismo de defensa que el inconsciente tiene para evitar que aquel dolor que se sintió, vuelva a sentirse. Y lo avalan frases tan antiguas como aquel proverbio árabe que reza "si me engañas una vez la culpa será tuya, pero si me engañas por segunda vez la culpa será mía", o una más Colombiana y menos poética que mi papá gustaba de repetir con frecuencia "la primera por experiencia y la segunda por sinvergüenza"; así de sencillo es, el recordar algo que nos hizo daño y que fue ejecutado por alguien cercano, nos ayuda simplemente a dar marcha atrás ante el individuo la próxima vez que quiera hacerse el chistoso.
Pero aún viene la parte más interesante del asunto. Porque a pesar de lo muy santos que muchos pretendan ser, nadie desecha una oportunidad de desquite bien presentada, pues bien decía Mario Puzo "hasta el más sencillo de los hombres, si es paciente y sabe observar, tendrá la oportunidad de desquitarse del más poderoso". Y nada como un plato bien servido a rebosar, de un desquite bien calculado, una oportunidad única de devolver la cachetada recibida o el impase que nos costó más de un mal sabor de boca y nos amargó el rato.
Venganza es una palabra grande, por eso prefiero desquite; claro que acorde a la ofensa se dará el acto recíproco, si la papaya se presenta en una ocasión inesperada. Por eso es que hoy lamento profundamente la decisión que he tomado, pero un pequeño desquite me dará pronto un pequeñísimo regusto para que sepas lo que se siente hablar con tanta propiedad de un acto en el que tú no es que lleves mucho las banderas...y sólo me queda decirte que pronto, muy pronto sabrás lo que siente.
Au revoir
sábado, 6 de agosto de 2011
Diatriba por el derecho a mantener lejos a los infantes I
No me gustan los niños. Estas 5 palabras me han causado miradas reprobatorias, comentarios ácidos y preguntas que van desde "¿no tiene usted corazón?" hasta "¿es una persona desnaturalizada?", la respuesta a lo anterior es preferible reservármela, pero sencillamente no me gustan los niños y ¿qué podemos hacerle?.
Todas las personas tenemos un rango de situaciones o seres que no nos agrada ver o tener cerca; dicho en cristiano, todos absolutamente todos, tenemos un conjunto de cosas que nos fastidian, y el mio es simple: abarca desde los -9 meses hasta los 12 años (para algunos casos 14 pues la edad mental a veces se desincroniza con la física) de cualquier individuo de la especie humana sobre éste planeta. "¿desde los -9 meses?" preguntan los mismos que hacen los cuestionamientos del primer párrafo y llevándose además una mano a la boca en señal de asombro. ¡¡Pues si!!, si a ser honestos vamos no soy muy buena fingiendo, y la cara de felicidad, cada vez que una nueva conocida anuncia su tan esperado (o ni tan esperado) embarazo, no me sale muy bien a pesar de que me esfuerzo. Y la cosa no para ahi además, pues adicional a la sonrisa de oreja a oreja que hay que hacer por protocolo ante al fatídico anuncio, hay que además soportarse los subsecuentes 7 u 8 meses en los cuales cualquier patada, codazo, parapadeo o movimiento inesperado y a veces contínuo del ser que se forma dentro del globo en que suele convertirse la tierna barriga materna, es motivo de trasnocho de familiares, conocidos y compañeros de oficina que se deleitan en ternuras innecesarias.
Adicionalmente y por cortesía de las redes sociales, hay que pasarse además el numerito de todas y cada una de las ecografías ultrasónicas y hasta en tercera dimensión de la cuál la criatura es protagonista desde que tiene el tamaño de un fríjol hasta que amenaza con reventar su primer hogar. Porque madre (y en el 90% de los casos también padre) orgullosa que se respete tiene que compartir con sus 900 contactos en facebook cada ecografía escaneada, con sus 4000 seguidores en twitter cada nueva acomodación del feto y con sus innumerables amigos del pin de Blackberry su estado de ánimo diario y el de su criatura. Hago la salvedad además, aunque a los orgullosos padres les produzca auténtica indignación: Ningún espermatozoide recién anidado, feto en proceso de desarrollo, ni niño recién nacido es bonito, así se rasguen las vestiduras los médicos y enfermeras de maternidades.
Cuando uno cree que la cosa está por acabar, pues haciendo cuentas al plumazo ya va a completar casi un año recibiendo actualizaciones diarias sobre el avance del embarazo (que por otro lado deberían interesarle únicamente al ginecólogo), llega un fatídico sobre de color celeste o rosado pastel, (pues a esas alturas el fríjol de la primera ecografía ultrasónica ya tiene sexo conocido, nombre decidio y cuarto decorado), con una tierna cigueña, un coche en miniatura, un oso con ánimo abrazador o una media de tamaño ridículo, con una invitación para hacer llorar a cualquiera: el baby shower.
Lamento decir que hasta ahí me llega la farsa, porque una cosa es hacerme la tierna 2 minutos al día y suspirar ante cada nueva actualización de estado o rotar página ante la ecografía recién subida que me provoca casi reflujo; pero otra cosa muy diferente es estar dispuesta a aguantarme tres, cuatro y hasta cinco horas de una reunión llena de madres ya experimentadas y sus pequeñas crías, hablando del parto, las contracciones, el cordón umbilical, el primer baño, la foto en la tina, el cambio de pañal y las horas de sueño. El esfuerzo es titánico y NO ESTOY DISPUESTA A HACERLO EN NINGÚN CASO.
Finalmente llega el tan esperado día en que la madre se va con su enorme barriga y llega la buena nueva del oportuno nacimiento ¿creen que ahí acaba la cosa? lamento profundamente desilusionarlos, pero es sólo el principio, vienen años y años de comentarios sobre la última travesura, el primer diente, y la primera palabra del crío, adicionalmente a millones de albumes que captan cuadro por cuadro la evolución del que vimos por primera vez con forma de fríjol.
Continuará...
Todas las personas tenemos un rango de situaciones o seres que no nos agrada ver o tener cerca; dicho en cristiano, todos absolutamente todos, tenemos un conjunto de cosas que nos fastidian, y el mio es simple: abarca desde los -9 meses hasta los 12 años (para algunos casos 14 pues la edad mental a veces se desincroniza con la física) de cualquier individuo de la especie humana sobre éste planeta. "¿desde los -9 meses?" preguntan los mismos que hacen los cuestionamientos del primer párrafo y llevándose además una mano a la boca en señal de asombro. ¡¡Pues si!!, si a ser honestos vamos no soy muy buena fingiendo, y la cara de felicidad, cada vez que una nueva conocida anuncia su tan esperado (o ni tan esperado) embarazo, no me sale muy bien a pesar de que me esfuerzo. Y la cosa no para ahi además, pues adicional a la sonrisa de oreja a oreja que hay que hacer por protocolo ante al fatídico anuncio, hay que además soportarse los subsecuentes 7 u 8 meses en los cuales cualquier patada, codazo, parapadeo o movimiento inesperado y a veces contínuo del ser que se forma dentro del globo en que suele convertirse la tierna barriga materna, es motivo de trasnocho de familiares, conocidos y compañeros de oficina que se deleitan en ternuras innecesarias.
Adicionalmente y por cortesía de las redes sociales, hay que pasarse además el numerito de todas y cada una de las ecografías ultrasónicas y hasta en tercera dimensión de la cuál la criatura es protagonista desde que tiene el tamaño de un fríjol hasta que amenaza con reventar su primer hogar. Porque madre (y en el 90% de los casos también padre) orgullosa que se respete tiene que compartir con sus 900 contactos en facebook cada ecografía escaneada, con sus 4000 seguidores en twitter cada nueva acomodación del feto y con sus innumerables amigos del pin de Blackberry su estado de ánimo diario y el de su criatura. Hago la salvedad además, aunque a los orgullosos padres les produzca auténtica indignación: Ningún espermatozoide recién anidado, feto en proceso de desarrollo, ni niño recién nacido es bonito, así se rasguen las vestiduras los médicos y enfermeras de maternidades.
Cuando uno cree que la cosa está por acabar, pues haciendo cuentas al plumazo ya va a completar casi un año recibiendo actualizaciones diarias sobre el avance del embarazo (que por otro lado deberían interesarle únicamente al ginecólogo), llega un fatídico sobre de color celeste o rosado pastel, (pues a esas alturas el fríjol de la primera ecografía ultrasónica ya tiene sexo conocido, nombre decidio y cuarto decorado), con una tierna cigueña, un coche en miniatura, un oso con ánimo abrazador o una media de tamaño ridículo, con una invitación para hacer llorar a cualquiera: el baby shower.
Lamento decir que hasta ahí me llega la farsa, porque una cosa es hacerme la tierna 2 minutos al día y suspirar ante cada nueva actualización de estado o rotar página ante la ecografía recién subida que me provoca casi reflujo; pero otra cosa muy diferente es estar dispuesta a aguantarme tres, cuatro y hasta cinco horas de una reunión llena de madres ya experimentadas y sus pequeñas crías, hablando del parto, las contracciones, el cordón umbilical, el primer baño, la foto en la tina, el cambio de pañal y las horas de sueño. El esfuerzo es titánico y NO ESTOY DISPUESTA A HACERLO EN NINGÚN CASO.
Finalmente llega el tan esperado día en que la madre se va con su enorme barriga y llega la buena nueva del oportuno nacimiento ¿creen que ahí acaba la cosa? lamento profundamente desilusionarlos, pero es sólo el principio, vienen años y años de comentarios sobre la última travesura, el primer diente, y la primera palabra del crío, adicionalmente a millones de albumes que captan cuadro por cuadro la evolución del que vimos por primera vez con forma de fríjol.
Continuará...
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