Desde muy pequeña, siempre he recordado que todos y cada uno de los gobiernos lucha por bajar las tasas de desempleo, a cifras mínimas. En mi opinión no luchan suficiente.
Y es que para mi, el problema del desempleo no radica en cuantas bocas no pueden alimentarse, en un país como Colombia, (y hago este comentario, consciente de que puedo ser linchada en la vía pública) para mí, el problema del desempleo, empieza cuando afecta a los que sí tenemos empleo, o por lo menos, nos ocupamos de algo en la vida.
He pasado mis 22 años y medio de existencia, ignorando por completo la vida y milagros de todos y cada uno de quienes han sido mis vecinos. Si me preguntan, logro recordar a duras penas a las señoras cordiales que vivían frente a la casa de mis papás, cuando yo tenía 3 años, de ahí en adelante, memoria borrada. Y la verdad sea dicha, hasta hace muy poco, había contado con vecinos que tenían un sentimiento mutuo por lo mundano o divino de mi propia existencia.
Y digo hasta hace poco. Yo lamentablemente, tiendo a ser de esas personas a las que sencillamente algunos individuos le entran en reversa desde que los ven la primera vez, y la verdad no me equivoco con esas observaciones. No confío mucho en la gente que saluda demasiado, que da besos fáciles, que trata con confianza inusitada a cualquier aparecido y que sobreactúa cualquier saludo o comentario casual que medie en una conversación. Y es que ¿quién dijo que uno tiene que ser la sociabilidad hecha individuo?, ahí si me da pena, pero como dice mi mamá en su santandereano más puro "yo no soy de las que va de cocina en cocina", y toda la razón si tiene.
No tolero a las personas que pretenden ser la amabilidad personificada, que parecen más un equipo de defensa civil, dispuesto a ayudar hasta a correr un catre, (o que más bien no se pierden ni la corrida de un catre), que se esconden tras un 'ya no te dejas ver' para averiguarle a uno hasta por la abuelita, y que se parapetan tras una cortina de 'preocupación' por el prójimo, que no se la cree nadie.
El problema más grande del desempleo, se llama chisme. Y eso, en un país como éste, da para preocuparse más, que la posibilidad de un secuestro. Porque siendo descarnadamente honesto, tras un 'ya no se deja ver' se esconde un 'esa vieja dónde se meterá que ya no para en la casa', tras un 'cómo va todo', sólo existe un 'que habrá estado haciendo' y tras un 'tan queridos sus amigos', hay un 'quién sabe que porquerías harán ahora que no hay nadie'. Y es preferible el secuestro, porque a punta de comentarios de 'ayyyy es que su hija me preocupa que hace dos días no la veo', es que la reputación de uno va quedando por el suelo, aunque la reputación sea problema de otros...pero dañarla si es delicado, porque es de las pocas cosas, que en esta vida, es imposible dejar como estaban.
Y a mi no me vengan con discursos de amabilidad y camaradería, que la gente en este mundo no hace cosas buenas a cambio de nada, nadie se preocupa de otros en balde, y nadie emite comentarios 'preocupados' solo buscando echarle tierra al afectado.
Alguna vez me dijeron que mi vecina era de profesión 'ama de casa', y ahora entiendo por qué muchas, matan y se hacen matar por tener una profesión real...
sábado, 8 de septiembre de 2012
miércoles, 4 de julio de 2012
Exceso de primer mundismo
Conozco, y por centenares, personas que darían cualquiera de sus extremidades por irse de Colombia. Y gritan a brazo partido que este país es de lo peor y viven comparando nuestras miserables vidas con el estilo de vida de Inglaterra, Estados Unidos, Argentina (que entre dictaduras y revoluciones no ha pasado pocas hambres), Francia, Italia (que entre Berlusconi y la recesión en la zona euro...) y cuanto país, dentro de lo que puede denorminarse "primer mundo" se les viene a la cabeza.
Lamento soberanamente decirles que aunque se vayan (y un gran favor nos harían), sus vidas no serán menos miserables en el extranjero, de lo que ya son en Colombia. ¿Por qué?, sencillamente porque si los Ingleses, Americanos, Argentinos, Franceses e Italianos, tienen la calidad de vida (?) que según ustedes tienen, es porque viven y fueron educados para vivir en ese primer mundo que ustedes tanto añoran. Ahora pregúntense y con sinceridad...sus padres se apellidan Curtis, Landoi, McCallister, Ferrutti o algo por el estilo? no, verdad...se apellidan López, Sarmiento, Martínez, Álvarez y bastantes más de estilo; por lo tanto todos ustedes, tercer mundistas de tercera clase, distan mucho de tener la educación y estilo de vida de quienes si crecieron en aquellos países, váyanse...bien idos, pero el ridículo que van a hacer será histórico y ni porque se tercien la pinta más de invierno, sacada de las pasarelas de Milán, van a poder negar que son Colombianos.
De otra parte y tomando en cuenta sucesos de la historia reciente, esa educación primer mundista, aunque muchos se rasguen las vestiduras, dista mucho de ser tan integral, como los tercer mundistas de tercer orden, aspirantes a primer mundistas de séptimo, creen que es.
Yo por ejemplo, recuerdo que tras los desastres ocurridos en la zona Francesa de los Estados Unidos, al paso del huracán Katrina, los grupos de salvamento encontraron por decenas, personas muertas en la puerta de su casa. Y no por la furia del viento, ni por la fuerza del agua, ni por el ataque de los animales escapados del zoológico. Murieron simple y sencillamente, esperando a que el 911 llegara a las puertas de su vivienda a rescatarlos. Me pregunto ¿dónde queda en todo esto, el instinto de supervivencia? ¿dejaríamos estos atrasados tercer mundistas nuestras vidas en manos de la defensa civil y los bomberos? ¡¡Realismo por favor!!, Colombiano que se respete, sale despavorido salvando cuando pueda en el camino y para cuando las autoridades llegan, ya tienen por labor es recoger los restos del desastre; el que muere, ya se debe a las circunstancias, pero que nos dejemos morir estúpidamente, no señores, me da pena, pero no ocurre.
Ahora, ¿recuerdan el hundimiento del crucero costa Concordia frente a las playas de Italia?, cuarenta metros separaba el barco de la costa y sus acaudalados pasajeros, muy primer mundistas y bien educados en su mayoría, se quedaron inmóviles esperando la orden de evacuación de un simpático capitán Italiano, que al mejor estilo tercer mundista, hizo acopio de su institnto de supervivencia y abandonó la nave bien siniestrada, mientras sus cotripulantes se dejaron hundir literalmente, con sus chalecos salvavidas puestos.
Yo estoy segura, que ese tipo de tragedia ocurre frente a una costa Colombiana y sus pasajeros no se detienen a comentarios como "Dígame señor López, ¿le parece a usted que los vientos del Caribe favorecerán el rescate? - No tengo idea mi estimado señor Martínez, pero de seguro el capitán Maldonado sabrá cómo proceder.-" los pasajeros de un crucero Colombiano, se lanzan sin pensarlo por la borda, con chaleco o sin él y nadarían los escasos 40 metros hasta llegar a la costa y gozarían todos al unísono y en primera fila de la visión de un Titanic moderno y subirían fotos automáticamente desde sus equipos celulares que de alguna forma, se ingeniaron para no dejar mojar en su recorrido del barco a la costa.
Y es que las carencias que tenemos, son las que nos han forjado el carácter batallador y creativo del que la mayoría de tercer mundistas hacemos gala; no tomaremos el té a las 5, ni nos empolvaremos hasta la médula en el jubileo de ninguna majestad, no. Pero a cambio tenemos malicia indígena, creatividad para salir de los problemas, iniciativa para crear con materias primas limitadas, empresas que nos sacan adelante y, se los aseguro, un instinto de supervivencia, para rescatarnos y rescatar a otros, que dista mucho de aquellos que confían su vida al 911.
Un amigo Inglés, de esos hombres simpáticos y que disfrutan de la vida, ama profundamente y se enloquece por las Colombianas, ¿por qué?, sencillo!! Las Inglesas no son tan bellas como sus compatriotas masculinos; cualidad que si es muy común en las Colombianas, y de otra parte, tanta lectura, feminismo y primer mundismo, las ha convertido en mujeres un poco más adictas al vibrador que a sus hombres. Los consideran débiles, inferiores y tanto liberalismo las ha llevado incluso a prescindir de ellos. Las Colombianas en cambio, tercer mundistas y todo, complacen maravillosamente los deseos de aquel pillo, que escapa de su histérica y poco cariñosa esposa y se refugia en aquellos brazos tercermundistas, que aún y en medio de todo lo qe puedan carecer, aún saben como disfrutar de cada detalle de la vida, sin la ayuda del 911.
Lamento soberanamente decirles que aunque se vayan (y un gran favor nos harían), sus vidas no serán menos miserables en el extranjero, de lo que ya son en Colombia. ¿Por qué?, sencillamente porque si los Ingleses, Americanos, Argentinos, Franceses e Italianos, tienen la calidad de vida (?) que según ustedes tienen, es porque viven y fueron educados para vivir en ese primer mundo que ustedes tanto añoran. Ahora pregúntense y con sinceridad...sus padres se apellidan Curtis, Landoi, McCallister, Ferrutti o algo por el estilo? no, verdad...se apellidan López, Sarmiento, Martínez, Álvarez y bastantes más de estilo; por lo tanto todos ustedes, tercer mundistas de tercera clase, distan mucho de tener la educación y estilo de vida de quienes si crecieron en aquellos países, váyanse...bien idos, pero el ridículo que van a hacer será histórico y ni porque se tercien la pinta más de invierno, sacada de las pasarelas de Milán, van a poder negar que son Colombianos.
De otra parte y tomando en cuenta sucesos de la historia reciente, esa educación primer mundista, aunque muchos se rasguen las vestiduras, dista mucho de ser tan integral, como los tercer mundistas de tercer orden, aspirantes a primer mundistas de séptimo, creen que es.
Yo por ejemplo, recuerdo que tras los desastres ocurridos en la zona Francesa de los Estados Unidos, al paso del huracán Katrina, los grupos de salvamento encontraron por decenas, personas muertas en la puerta de su casa. Y no por la furia del viento, ni por la fuerza del agua, ni por el ataque de los animales escapados del zoológico. Murieron simple y sencillamente, esperando a que el 911 llegara a las puertas de su vivienda a rescatarlos. Me pregunto ¿dónde queda en todo esto, el instinto de supervivencia? ¿dejaríamos estos atrasados tercer mundistas nuestras vidas en manos de la defensa civil y los bomberos? ¡¡Realismo por favor!!, Colombiano que se respete, sale despavorido salvando cuando pueda en el camino y para cuando las autoridades llegan, ya tienen por labor es recoger los restos del desastre; el que muere, ya se debe a las circunstancias, pero que nos dejemos morir estúpidamente, no señores, me da pena, pero no ocurre.
Ahora, ¿recuerdan el hundimiento del crucero costa Concordia frente a las playas de Italia?, cuarenta metros separaba el barco de la costa y sus acaudalados pasajeros, muy primer mundistas y bien educados en su mayoría, se quedaron inmóviles esperando la orden de evacuación de un simpático capitán Italiano, que al mejor estilo tercer mundista, hizo acopio de su institnto de supervivencia y abandonó la nave bien siniestrada, mientras sus cotripulantes se dejaron hundir literalmente, con sus chalecos salvavidas puestos.
Yo estoy segura, que ese tipo de tragedia ocurre frente a una costa Colombiana y sus pasajeros no se detienen a comentarios como "Dígame señor López, ¿le parece a usted que los vientos del Caribe favorecerán el rescate? - No tengo idea mi estimado señor Martínez, pero de seguro el capitán Maldonado sabrá cómo proceder.-" los pasajeros de un crucero Colombiano, se lanzan sin pensarlo por la borda, con chaleco o sin él y nadarían los escasos 40 metros hasta llegar a la costa y gozarían todos al unísono y en primera fila de la visión de un Titanic moderno y subirían fotos automáticamente desde sus equipos celulares que de alguna forma, se ingeniaron para no dejar mojar en su recorrido del barco a la costa.
Y es que las carencias que tenemos, son las que nos han forjado el carácter batallador y creativo del que la mayoría de tercer mundistas hacemos gala; no tomaremos el té a las 5, ni nos empolvaremos hasta la médula en el jubileo de ninguna majestad, no. Pero a cambio tenemos malicia indígena, creatividad para salir de los problemas, iniciativa para crear con materias primas limitadas, empresas que nos sacan adelante y, se los aseguro, un instinto de supervivencia, para rescatarnos y rescatar a otros, que dista mucho de aquellos que confían su vida al 911.
Un amigo Inglés, de esos hombres simpáticos y que disfrutan de la vida, ama profundamente y se enloquece por las Colombianas, ¿por qué?, sencillo!! Las Inglesas no son tan bellas como sus compatriotas masculinos; cualidad que si es muy común en las Colombianas, y de otra parte, tanta lectura, feminismo y primer mundismo, las ha convertido en mujeres un poco más adictas al vibrador que a sus hombres. Los consideran débiles, inferiores y tanto liberalismo las ha llevado incluso a prescindir de ellos. Las Colombianas en cambio, tercer mundistas y todo, complacen maravillosamente los deseos de aquel pillo, que escapa de su histérica y poco cariñosa esposa y se refugia en aquellos brazos tercermundistas, que aún y en medio de todo lo qe puedan carecer, aún saben como disfrutar de cada detalle de la vida, sin la ayuda del 911.
domingo, 20 de mayo de 2012
De tusas y otros entuertos: redes sociales
Soy de las que no creo en doctrinas tontas, ni en un infierno atestado en llamas, ni en un cielo lleno de ángeles violinistas (¿o eran arpistas?). Soy de las que cree, y muy firmemente que los actos buenos o malos, tienen su premio y su castigo aquí mismo, en la tierra y en la vida, en grande o miserable que cada uno viva.
Y si de los castigos infernales hablamos, el peor de todos es sin duda facebook, seguido muy de cerca por twitter. Y el infierno se vive cuando uno anda de tusa. Porque eso si, no acabaremos nunca de maldecir al genio que se inventó que en facebook podían colocarse estados civiles que van desde "es complicado" hasta "viudo" y mejor aún, colocarlos de forma gigante en el perfil y tener la opción de darlos por terminado, de permitir que cuanto baboso quiera le pueda dar "me gusta", y de añadirle una casilla para hacer "comentarios".
Y es que el grado de madurez de la gente se mide por facebook, las trepadoras sin cerebro, los losers sin conexión neuronal y esos "amigos" que no se quiere aguantar nadie, son los que suelen colocar brillantes mensajes de consolación, un sin fin de "me gusta" a los cambios de estado civil y sacar de cuanto Walter Riso, Paulo Coelho y similares, las más estúpidas frases de superación que la historia de la humanidad haya tenido que leer.
Las personas maduras y con coeficiente superior a 50, suelen en cambio, llamar al amigo a preguntar qué pasó, invitar a cerveza desentusadora, armar plan shopping, o simplemente irse volando en el primer taxi que pasa, hasta la casa de uno a ponerle el pañuelo en los ojos y consolarlo por horas interminables.
¿Ven la pequeña diferencia? Y es que para que uno le de "me gusta" a la terminación de una relación sentimental por facebook, solo pueden darse 3 factores: o que se quiera echar al (a) nuevo (a) soltero (a), o que odie al (a) ex-novio (a) (y de paso quiera echarse al (a) nuevo (a) soltero (a)), o que realmente odie a su amigo y esté gozando con su mal momento. Claro que por supuesto no deja de existir el familiar amargado, envidioso y malnacido que haga de las suyas, pero esa historia pertenece a otra entrada.
De mi parte, me voy porque tengo pendiente un viaje a la peluquería con mi amiga que me está secundando la tusa, y que de paso no le ha dado "me gusta" a ninguna de las sandeces novedosas en el maldito facebook del séptimo círculo del infierno. Por supuesto, ella tiene una gran inteligencia, no se equivocó de carrera, no lee a Walter Riso, no vive de frases ni de libros de autosuperación y por sobretodo su piel, su bonita piel, está coronada de una hermosa tonalidad blanca.
Y si de los castigos infernales hablamos, el peor de todos es sin duda facebook, seguido muy de cerca por twitter. Y el infierno se vive cuando uno anda de tusa. Porque eso si, no acabaremos nunca de maldecir al genio que se inventó que en facebook podían colocarse estados civiles que van desde "es complicado" hasta "viudo" y mejor aún, colocarlos de forma gigante en el perfil y tener la opción de darlos por terminado, de permitir que cuanto baboso quiera le pueda dar "me gusta", y de añadirle una casilla para hacer "comentarios".
Y es que el grado de madurez de la gente se mide por facebook, las trepadoras sin cerebro, los losers sin conexión neuronal y esos "amigos" que no se quiere aguantar nadie, son los que suelen colocar brillantes mensajes de consolación, un sin fin de "me gusta" a los cambios de estado civil y sacar de cuanto Walter Riso, Paulo Coelho y similares, las más estúpidas frases de superación que la historia de la humanidad haya tenido que leer.
Las personas maduras y con coeficiente superior a 50, suelen en cambio, llamar al amigo a preguntar qué pasó, invitar a cerveza desentusadora, armar plan shopping, o simplemente irse volando en el primer taxi que pasa, hasta la casa de uno a ponerle el pañuelo en los ojos y consolarlo por horas interminables.
¿Ven la pequeña diferencia? Y es que para que uno le de "me gusta" a la terminación de una relación sentimental por facebook, solo pueden darse 3 factores: o que se quiera echar al (a) nuevo (a) soltero (a), o que odie al (a) ex-novio (a) (y de paso quiera echarse al (a) nuevo (a) soltero (a)), o que realmente odie a su amigo y esté gozando con su mal momento. Claro que por supuesto no deja de existir el familiar amargado, envidioso y malnacido que haga de las suyas, pero esa historia pertenece a otra entrada.
De mi parte, me voy porque tengo pendiente un viaje a la peluquería con mi amiga que me está secundando la tusa, y que de paso no le ha dado "me gusta" a ninguna de las sandeces novedosas en el maldito facebook del séptimo círculo del infierno. Por supuesto, ella tiene una gran inteligencia, no se equivocó de carrera, no lee a Walter Riso, no vive de frases ni de libros de autosuperación y por sobretodo su piel, su bonita piel, está coronada de una hermosa tonalidad blanca.
jueves, 15 de marzo de 2012
Vecinos: "La Karmaradería" Parte I
La convivencia es sin duda una de las cosas más difíciles de manejar para todo ser humano. Caracteres, temperamentos, mañas, costumbres, actitudes y hasta los traumas del pasado confluyen en las relaciones interpersonales de cualquier individuo. Y además, por cuenta de las empresas constructoras, que cada vez piensan en lugares más minimalistas, el concepto de espacio personal se ve reducido año tras año. En esas cajas con huequitos que llaman edificios, la tolerancia del más paciente se pone a prueba, y es aquí donde aparecen los vecinos; esos personajes que viven cerca, al lado, encima, debajo o donde la geometría arquitectónica los ponga y que nos hacen partícipes, muchas veces sin querer, de sus vidas diarias. Pero no todos los vecinos son iguales. Ellos vienen en diversos empaques y para que usted sepa cómo manejarlos he aquí algunos conceptos básicos.
El vecino parrandero: Por lo general es Costeño (nótese que digo, por lo general antes de que empiecen a tildarme de racista y regionalista), su vida tiende a transcurrir, dependiendo de la edad, entre la universidad, el bar, la discoteca y el apartamento, o entre el trabajo, el bar, la discoteca y el apartamento. Sin importar las dimensiones del lugar en que viva, el 50% (a veces más) de la vivienda, está destinado a elementos imprescindibles de la farra: dícese de equipo de sonido con buenos parlantes, bar abierto (sí, es ese vecino al que en el mercado le falta todo menos el alcohol), una buena cava con hielo, toda una despensa de tragos nacionales e importados y una colección de música que amenaza con desplomarse si un solo cd o mp3 más se añade a la pila. Él tiene el buen tino de ser generoso, por lo cuál comparte su alegría con todo el vecindario, conjunto o cuadra; por lo tanto al momento de la farra (que ocurre todas las semanas entre jueves y sábado) su equipo de sonido tiende a hacer pompa de la potencia de sus bafles, los cuales tienen la capacidad de hacer vibrar los cristales de 1 km a la redonda; su música, la cuál el cree que es del gusto de todo el mundo, oscila entre vallenatos, corridos prohibidos, reggaetones y rancheras, las cuales además de sonar a desiveles mortales para cualquier tímpano, se cantan a voz en cuello por todos los asistentes a la fiesta. Porque no señores, el vecino parrandero NUNCA está solo; siempre cuenta con una docena de amigos, conocidos, amigos de los conocidos y conocidos de los amigos que festejan o se emborrachan ante cualquier excusa, (si ganaron o perdieron los parciales, si tienen nueva pareja o si terminaron con ella, si tienen nuevo empleo o los despidieron y un interminable número de etc.) El vecino parrandero, a pesar de ser odiado por el 90% del vecindario (el 10% que no lo odia es porque acude a su casa a las parrandas) tiende a estar de un buen humor eterno y saluda a sus compañeros de conjunto con frases del tipo "aja ombe, pero que "ojeraj" tan "tremendaj" "laj" "tuyaj"....mira que pa ese "trajnocho" no hay como un par de "buenoj" "whijkyj"
La vecina coqueta: Contrario a lo que puedan pensar, este especímen no necesariamente corresponde a una mujer soltera. La vecina coqueta es esa señorita o señora que tiende a tener unas curvas prominentes, un clóset atestado de ropa costosa, le gusta ir al gimnasio o en su defecto trotar por las inmediaciones de su vivienda (en ropa de lycra y de colores claros), generalmente cuenta con una mata de cabello bastante largo que agita sin parar ante la presencia de sus vecinos del sexo opuesto (con un disimulo mal medido en caso de ser casada y ante la presencia cercana de su cónyugue); sus niveles de confianza tienden a ser bastante excesivos: le dice "Juan Pis" al vecino del frente bien presentado al que todo el vecindario le dice "don Juan Pablo" y entra como perro por su casa a la vivienda de ese mismo vecino y pregunta cuando ya está 10 metros adentro y con fingida inocencia y voz de colegiala "¿puedo entrar?", a lo que la esposa de "don Juan Pablo" sonríe forzadamente y asiente con la cabeza mientras piensa unas cuantas barabridades que pudiera decirle si su decencia no se lo impidiera. Cuando el especímen es casado, generalmente cuenta con un esposo o cónyugue bastante celoso, que aunque la monta de ser un bacán con todo el vecindario, mira a los vecinos ante los que su adorada pareja agita la melena como quien no quiere la cosa, con la misma actitud que la esposa de "don Juan Pablo" le responde afirmativamente a la inocente pregunta de si su esposa tan querida ella, puede entrar a la casa. Tiende a ser de profesión "ama de casa", aunque nadie se explica como mantiene impecable el manicure y como el pelo planchado nunca se desordena. Cuando el especímen es de estado civil soltera, el vecindario entero ya ha perdido hace mucho la cuenta de la exorbitante cantidad de "primos" del sexo masculino con que cuenta esta exótica mujer.
El vecino gorrero: Es aquel vecino que ha tenido toda la cantidad de empleos que uno pueda llegar a imaginarse. Ha sido desde chofer de ambulancia hasta mesero de restaurante, y su situación monetaria no es la más envidiable que digamos. Es aquel que tiende a aprovecharse de la estima con mezcla de lástima que sus vecinos sienten por él y es el que se asoma cada mañana pidiendo azúcar, café, panela, arroz, leche y toda la canasta familiar que pueda caberle en un enorme mug, al que él con inocencia llama "tacita". Sin embargo, gracias a su amplia experiencia laboral, es el que conoce desde maniobras de resucitación, hasta recetas de cocina Rusa, por lo que es popular cuando de resolver dudas se trata.
La vecina solterona: Es aquella mujer que hace rato pasó los 40 y nunca se le conoció siquiera un pretendiente, o en su defecto tuvo un matrimonio que fue un completo fiasco y ahora vive sola; vive enclaustrada en su vivienda de la que rara vez sale, a menos que la ocasión lo amerite: hacer mercado, pasear al perro o insultar a los niños que juegan cerca de su casa y acaban de romperle un vidrio. Su casa es aquella en la que un juguete extraviado, puede darse por perdido para siempre, pues ni el reclamo paterno hará posible su devolución; vive en guerra constante con el mundo por su condición solitaria y odia la felicidad en cualquiera de sus facetas. Eso si, tiende a rezar mucho; en su casa se encuentra la colección completa de novenas al divino niño, san judas tadeo, el señor caido, los santos ángeles, la sangre de cristo, el man está vivo, devocionarios católicos XVIII edición, el santo rosario con los misterios luminosos incorporados, biografías de san Juan Bosco, Domingo Savio, Laura Vicuña, Santa Teresita del niño Jesús, los doce Apóstoles y hasta el papa Juan Pablo Segundo. Claro que la única que no se da cuenta de que tiene un pie en el infierno y otro en la tierra es ella y que por muchas biografías que coleccione, su alma está más cerca de parecerse a la de Judas Iscariote, que a la de sus santos adornados con velas.
Continuará...
El vecino parrandero: Por lo general es Costeño (nótese que digo, por lo general antes de que empiecen a tildarme de racista y regionalista), su vida tiende a transcurrir, dependiendo de la edad, entre la universidad, el bar, la discoteca y el apartamento, o entre el trabajo, el bar, la discoteca y el apartamento. Sin importar las dimensiones del lugar en que viva, el 50% (a veces más) de la vivienda, está destinado a elementos imprescindibles de la farra: dícese de equipo de sonido con buenos parlantes, bar abierto (sí, es ese vecino al que en el mercado le falta todo menos el alcohol), una buena cava con hielo, toda una despensa de tragos nacionales e importados y una colección de música que amenaza con desplomarse si un solo cd o mp3 más se añade a la pila. Él tiene el buen tino de ser generoso, por lo cuál comparte su alegría con todo el vecindario, conjunto o cuadra; por lo tanto al momento de la farra (que ocurre todas las semanas entre jueves y sábado) su equipo de sonido tiende a hacer pompa de la potencia de sus bafles, los cuales tienen la capacidad de hacer vibrar los cristales de 1 km a la redonda; su música, la cuál el cree que es del gusto de todo el mundo, oscila entre vallenatos, corridos prohibidos, reggaetones y rancheras, las cuales además de sonar a desiveles mortales para cualquier tímpano, se cantan a voz en cuello por todos los asistentes a la fiesta. Porque no señores, el vecino parrandero NUNCA está solo; siempre cuenta con una docena de amigos, conocidos, amigos de los conocidos y conocidos de los amigos que festejan o se emborrachan ante cualquier excusa, (si ganaron o perdieron los parciales, si tienen nueva pareja o si terminaron con ella, si tienen nuevo empleo o los despidieron y un interminable número de etc.) El vecino parrandero, a pesar de ser odiado por el 90% del vecindario (el 10% que no lo odia es porque acude a su casa a las parrandas) tiende a estar de un buen humor eterno y saluda a sus compañeros de conjunto con frases del tipo "aja ombe, pero que "ojeraj" tan "tremendaj" "laj" "tuyaj"....mira que pa ese "trajnocho" no hay como un par de "buenoj" "whijkyj"
La vecina coqueta: Contrario a lo que puedan pensar, este especímen no necesariamente corresponde a una mujer soltera. La vecina coqueta es esa señorita o señora que tiende a tener unas curvas prominentes, un clóset atestado de ropa costosa, le gusta ir al gimnasio o en su defecto trotar por las inmediaciones de su vivienda (en ropa de lycra y de colores claros), generalmente cuenta con una mata de cabello bastante largo que agita sin parar ante la presencia de sus vecinos del sexo opuesto (con un disimulo mal medido en caso de ser casada y ante la presencia cercana de su cónyugue); sus niveles de confianza tienden a ser bastante excesivos: le dice "Juan Pis" al vecino del frente bien presentado al que todo el vecindario le dice "don Juan Pablo" y entra como perro por su casa a la vivienda de ese mismo vecino y pregunta cuando ya está 10 metros adentro y con fingida inocencia y voz de colegiala "¿puedo entrar?", a lo que la esposa de "don Juan Pablo" sonríe forzadamente y asiente con la cabeza mientras piensa unas cuantas barabridades que pudiera decirle si su decencia no se lo impidiera. Cuando el especímen es casado, generalmente cuenta con un esposo o cónyugue bastante celoso, que aunque la monta de ser un bacán con todo el vecindario, mira a los vecinos ante los que su adorada pareja agita la melena como quien no quiere la cosa, con la misma actitud que la esposa de "don Juan Pablo" le responde afirmativamente a la inocente pregunta de si su esposa tan querida ella, puede entrar a la casa. Tiende a ser de profesión "ama de casa", aunque nadie se explica como mantiene impecable el manicure y como el pelo planchado nunca se desordena. Cuando el especímen es de estado civil soltera, el vecindario entero ya ha perdido hace mucho la cuenta de la exorbitante cantidad de "primos" del sexo masculino con que cuenta esta exótica mujer.
El vecino gorrero: Es aquel vecino que ha tenido toda la cantidad de empleos que uno pueda llegar a imaginarse. Ha sido desde chofer de ambulancia hasta mesero de restaurante, y su situación monetaria no es la más envidiable que digamos. Es aquel que tiende a aprovecharse de la estima con mezcla de lástima que sus vecinos sienten por él y es el que se asoma cada mañana pidiendo azúcar, café, panela, arroz, leche y toda la canasta familiar que pueda caberle en un enorme mug, al que él con inocencia llama "tacita". Sin embargo, gracias a su amplia experiencia laboral, es el que conoce desde maniobras de resucitación, hasta recetas de cocina Rusa, por lo que es popular cuando de resolver dudas se trata.
La vecina solterona: Es aquella mujer que hace rato pasó los 40 y nunca se le conoció siquiera un pretendiente, o en su defecto tuvo un matrimonio que fue un completo fiasco y ahora vive sola; vive enclaustrada en su vivienda de la que rara vez sale, a menos que la ocasión lo amerite: hacer mercado, pasear al perro o insultar a los niños que juegan cerca de su casa y acaban de romperle un vidrio. Su casa es aquella en la que un juguete extraviado, puede darse por perdido para siempre, pues ni el reclamo paterno hará posible su devolución; vive en guerra constante con el mundo por su condición solitaria y odia la felicidad en cualquiera de sus facetas. Eso si, tiende a rezar mucho; en su casa se encuentra la colección completa de novenas al divino niño, san judas tadeo, el señor caido, los santos ángeles, la sangre de cristo, el man está vivo, devocionarios católicos XVIII edición, el santo rosario con los misterios luminosos incorporados, biografías de san Juan Bosco, Domingo Savio, Laura Vicuña, Santa Teresita del niño Jesús, los doce Apóstoles y hasta el papa Juan Pablo Segundo. Claro que la única que no se da cuenta de que tiene un pie en el infierno y otro en la tierra es ella y que por muchas biografías que coleccione, su alma está más cerca de parecerse a la de Judas Iscariote, que a la de sus santos adornados con velas.
Continuará...
sábado, 18 de febrero de 2012
El reclamo de los de afuera
De regionalismos se vive en todas partes. Paisa que se respete le encanta hacer gala de su capacidad para los negocios, Caleño de pura cepa se ufana de saber bailar como nadie, Costeño de verdad (no de los de agua dulce) destaca por su alegría y Rolo que sea rolo auténtico (suspiro) repite como cloqueo de pato que "Bogotá es Bogotá y lo demás es tierra caliente".
Ahora, cuando uno es de Santander la cosa es a otro precio...uno puede ufanarse de muchas cosas, pero la realidad es que el resto del mundo (el resto de Colombia para ser exactos), identifica a un Santandereano por una sola cosa: El mal carácter.
Es inevitable. Si un forastero se dedica a recorrer estas tierras, se encontrará con muy lindos paisajes, pero también muy agrestes. A nosotros no nos tocaron las cómodas montañas con clima primaveral que tienen los antioqueños; tampoco nos tocó un idílico altiplano lleno de vacas holstein y una ciudad hecha 2.600 metros más cerca de las estrellas; mucho menos unas ciudades planitas con playas amplias y un buen oleaje para pasar la tarde. No señor!!!, a nosotros nos tocaron las montañas más agrestes de los andes. Por eso somos berracos. Porque levantarse y hacer vida en terrenos como los del segundo cañón más grande del mundo no es fácil; porque crecer en una tierra agreste, dura, seca y lejos de los vientos benignos y del agua en abundancia, tiende a modificar el carácter. Pero debo reconocerlo, tiene sus ventajas.
El lío es que uno agarra fama. Empecemos por el acento: Hablar con un tono de voz fuerte y bastante firme, hace pensar a otros que uno siempre anda de mal genio, súmele a eso par de palabritas que no dejan de sonar altisonantes: "Es que los "chinos" no rinden en el colegio" "Es que esa "joda" está muy "arrecha"" "Es que ese sitio es "mucho ser" bonito". Todo lo anterior sale de nuestras bocas a unos desiveles insoportables para cualquier Bogotano/Paisa/Caleño (Costeño no, porque ellos si pueden hablan más duro que nosotros). Adicional a eso "uno no vive de pendejadas", por lo tanto uno "acostumbra a los chinos a andar sueltos por la calle" (para que aprendan a defenderse), no le gustan los abrazos, ni las demostraciones de afecto en grandes cantidades "venga manito, no sea tan meloso" (porque gente melosa, gente mañosa), saluda fuerte, "buenas", habla lo necesario y se despide sencillamente "Hasta Luego". Va diciendo además las cosas como van saliendo, sean buenas o sean malas "venga mano es que yo tengo que decirle algo".
Lo anterior por supuesto, no es fácil para los Antioqueños, cariñosos por naturaleza, ni para los rolos acostumbrados a encontrar en su gente el calor que le hace falta al clima de su tierra, mucho menos para un caleño, que se toma confianza rápido y tiende a ser tranquilo. Los únicos que medio nos toleran en buena medida son los costeños, porque nuestro tono de voz es suave en su concepto y porque su relax no tiene medida para describirlos.
Para los demás es un lío. Por experiencia lo digo; tuve una jefe paisa (duró tres meses en el cargo), ella llegó desde el primer día con su calidez y su acentico inocente a abrazarnos a todos y saludarnos de beso, bailaba en las reuniones de la empresa, se sentaba en las piernas de los compañeros de oficina y tomaba del pelo sin tapujos con los obreros de mantenimiento. Nosotros detestábamos los abrazos matutinos y respondíamos secamente su "¿cómo amaneciste pues mi amor canelo?" con un "buenos días Soraya, muy bien gracias"; el jefe de división miraba boquiabierto y con recelo sus bailes inaugurales y los compañeros de la oficina huían despavoridos ante su presencia e intenciones de acosarlos como quien no quiere la cosa (los de mantenimiento también lo hicieron con el tiempo). Finalmente Soraya y su amor canelo, regresaron afanosamente a su Medellín del alma, repitiendo constantemente "eh ave maría es que ustedes son muy toscos para el trato pues".
Hace un par de semanas mientras esperaba la ruta de transporte masivo, dos señoras ya entradas en años y con aquel acento tan característico de Bogotá y sus alrededores, estaban cerca mío mientras hablaban por teléfono "Es que los primeros meses dan duro" "uno acostumbrado a que allá todos son tan amorosos y aquí todos son secos y parece que vivieran siempre de mal genio" "toca acostumbrarse porque que más, pero da duro de verdad".
La tapa fue con una amiga, que mientras hacía la fila en algún sitio de diligencias, tuvo la mala suerte de que una caleña se le colara con desparpajo; al llamarle la atención al respecto, la susodicha respondió que qué terribles eran los Santandereanos todos peleones. Mi amiga, después de medir el show de la caleña, levantarle la ceja e intercambiar miradas con el resto, pensó en mi y en que si yo estuviera allá como buena Santandereana "le habría dado en la jeta pa que aprendiera y tuviera de qué quejarse", y entonces me contó el episodio yo por supuesto y sin pensarlo le respondí "quetal esa vieja, yo hubiera estado allá le doy en la jeta para que aprenda"...
Pero en el fondo somos buena gente, se los juro que a pesar de la tosquedad exterior, somos buenos anfitriones y detrás de aquel estado de aparente mal humor permanente, somos buenos amigos y puedo además asegurarles que aquella costumbre de decir las cosas de frente y sin mucho adorno, sólo entraña un deseo muy profundo de no ser hipócritas...porque Santandereano que se respete...pa' que nos ponemos con jodas mano...somos muy directos
Ahora, cuando uno es de Santander la cosa es a otro precio...uno puede ufanarse de muchas cosas, pero la realidad es que el resto del mundo (el resto de Colombia para ser exactos), identifica a un Santandereano por una sola cosa: El mal carácter.
Es inevitable. Si un forastero se dedica a recorrer estas tierras, se encontrará con muy lindos paisajes, pero también muy agrestes. A nosotros no nos tocaron las cómodas montañas con clima primaveral que tienen los antioqueños; tampoco nos tocó un idílico altiplano lleno de vacas holstein y una ciudad hecha 2.600 metros más cerca de las estrellas; mucho menos unas ciudades planitas con playas amplias y un buen oleaje para pasar la tarde. No señor!!!, a nosotros nos tocaron las montañas más agrestes de los andes. Por eso somos berracos. Porque levantarse y hacer vida en terrenos como los del segundo cañón más grande del mundo no es fácil; porque crecer en una tierra agreste, dura, seca y lejos de los vientos benignos y del agua en abundancia, tiende a modificar el carácter. Pero debo reconocerlo, tiene sus ventajas.
El lío es que uno agarra fama. Empecemos por el acento: Hablar con un tono de voz fuerte y bastante firme, hace pensar a otros que uno siempre anda de mal genio, súmele a eso par de palabritas que no dejan de sonar altisonantes: "Es que los "chinos" no rinden en el colegio" "Es que esa "joda" está muy "arrecha"" "Es que ese sitio es "mucho ser" bonito". Todo lo anterior sale de nuestras bocas a unos desiveles insoportables para cualquier Bogotano/Paisa/Caleño (Costeño no, porque ellos si pueden hablan más duro que nosotros). Adicional a eso "uno no vive de pendejadas", por lo tanto uno "acostumbra a los chinos a andar sueltos por la calle" (para que aprendan a defenderse), no le gustan los abrazos, ni las demostraciones de afecto en grandes cantidades "venga manito, no sea tan meloso" (porque gente melosa, gente mañosa), saluda fuerte, "buenas", habla lo necesario y se despide sencillamente "Hasta Luego". Va diciendo además las cosas como van saliendo, sean buenas o sean malas "venga mano es que yo tengo que decirle algo".
Lo anterior por supuesto, no es fácil para los Antioqueños, cariñosos por naturaleza, ni para los rolos acostumbrados a encontrar en su gente el calor que le hace falta al clima de su tierra, mucho menos para un caleño, que se toma confianza rápido y tiende a ser tranquilo. Los únicos que medio nos toleran en buena medida son los costeños, porque nuestro tono de voz es suave en su concepto y porque su relax no tiene medida para describirlos.
Para los demás es un lío. Por experiencia lo digo; tuve una jefe paisa (duró tres meses en el cargo), ella llegó desde el primer día con su calidez y su acentico inocente a abrazarnos a todos y saludarnos de beso, bailaba en las reuniones de la empresa, se sentaba en las piernas de los compañeros de oficina y tomaba del pelo sin tapujos con los obreros de mantenimiento. Nosotros detestábamos los abrazos matutinos y respondíamos secamente su "¿cómo amaneciste pues mi amor canelo?" con un "buenos días Soraya, muy bien gracias"; el jefe de división miraba boquiabierto y con recelo sus bailes inaugurales y los compañeros de la oficina huían despavoridos ante su presencia e intenciones de acosarlos como quien no quiere la cosa (los de mantenimiento también lo hicieron con el tiempo). Finalmente Soraya y su amor canelo, regresaron afanosamente a su Medellín del alma, repitiendo constantemente "eh ave maría es que ustedes son muy toscos para el trato pues".
Hace un par de semanas mientras esperaba la ruta de transporte masivo, dos señoras ya entradas en años y con aquel acento tan característico de Bogotá y sus alrededores, estaban cerca mío mientras hablaban por teléfono "Es que los primeros meses dan duro" "uno acostumbrado a que allá todos son tan amorosos y aquí todos son secos y parece que vivieran siempre de mal genio" "toca acostumbrarse porque que más, pero da duro de verdad".
La tapa fue con una amiga, que mientras hacía la fila en algún sitio de diligencias, tuvo la mala suerte de que una caleña se le colara con desparpajo; al llamarle la atención al respecto, la susodicha respondió que qué terribles eran los Santandereanos todos peleones. Mi amiga, después de medir el show de la caleña, levantarle la ceja e intercambiar miradas con el resto, pensó en mi y en que si yo estuviera allá como buena Santandereana "le habría dado en la jeta pa que aprendiera y tuviera de qué quejarse", y entonces me contó el episodio yo por supuesto y sin pensarlo le respondí "quetal esa vieja, yo hubiera estado allá le doy en la jeta para que aprenda"...
Pero en el fondo somos buena gente, se los juro que a pesar de la tosquedad exterior, somos buenos anfitriones y detrás de aquel estado de aparente mal humor permanente, somos buenos amigos y puedo además asegurarles que aquella costumbre de decir las cosas de frente y sin mucho adorno, sólo entraña un deseo muy profundo de no ser hipócritas...porque Santandereano que se respete...pa' que nos ponemos con jodas mano...somos muy directos
martes, 3 de enero de 2012
Crónicas sobre papel mojado
Debo reconocerlo, soy ferviente partidaria de la conservación de los documentos en formato papel. A mis 22 años y nacida en la generación de los cibernautas, para los que una máquina de escribir se ha catalogado desde la más temprana infancia como pieza de museo, admito que soy fan de cuanto material impreso se cruza por mi camino.
Y es que no hay nada tan agradable al tacto como las hojas de un libro nuevo, de una revista recién comprada en el kiosko de la calle, de un cuaderno en blanco para escribir bobadas, adornar con muñequitos cursis, o simplemente cargar a todos lados (porque nunca se sabe cuando necesite uno un lugar para apuntar).
Me parece soso hasta el punto del delirio, el tener que visualizar en una web la última edición de la revista de moda; sobretodo por lo que implica hacerlo: descargar complementos de adobe flash, adobe player, adobe reader y un par más de adobes, que le consumen a uno por lo menos treinta minutos, y eso contando con velocidad de internet óptima. Después de descargar muchos adobes, reiniciar 3 veces el navegador y refrescar 10 veces la misma página, por fin se visualiza la portada de la susodicha revista. Se sucede entonces una cruda y muy mala imitación de cambio de páginas, dando click en la esquinita inferior (algunas web tienen hasta el buen tino de incorporarle el sonido del papel moviéndose, para hacer más real la sensación de pasar la hoja), y entonces hay que esperar pacientemente el cargue de las imágenes, luego el del texto y finalmente el de alguna pauta publicitaria, que aprovechando las maravillas de la internet lo sigue a uno para donde baje la pantalla, o peor aún se adhiere al puntero del mouse, dificultando la lectura o demorando aún más, el cargue de otros componentes. Total el tiempo de lectura de la susodicha revista, que en formato impreso y filtrando artículos sin interés y publicidad de relojes en dos páginas, leía uno en poco menos de una hora, toma gracias a la magia de internet casi toda una mañana (no pregunten después por qué el jefe cree que usted es improductivo).
Pasando a los libros, he tenido la oportunidad de leerlos en todos sus formatos y puedo decir, que aparte de la sensación de cansancio visual que produce cualquier archivo digital después de una hora de lectura, el mero hecho de realizar búsquedas por internet y descargarlos gratis, produce una sensación tan arcana, que preferiría no volver a mirar a la cara a mis conocidos en la dirección nacional de derechos de autor. Y gracias a la tecnología que puede combinarse hasta con leyes, ahora debo enfrentarme al Kindle; un dispositivo tan a la vanguardia de todo, que además de prometer una sensación de lectura como si casi-casi fuera papel, se asegura también de rastrear las fuentes de descarga de los documentos y borrarlos en el acto, en caso de proceder de sitios ilegales, cuando el ingenuo usuario conecte el dispositivo a su computador y éste a su vez se encuentre conectado a internet. Yo personalmente, me siento mejor pagando por los derechos de autor en la librería y disfrutando del valor en físico del libro, que al menos de puede medir en el número de hojas y en la portada bonita que le diagraman, y no pagando la misma suma por un documento en digital. Y la vida no lo quiera y el kindle termine en las manos de uno de esos codiciosos chiquillos que ven en cualquier dipositivo con botón de encendido una semana fija de viajes a otras dimensiones y ahí se irá mi colección completa de buenos libros. Quiero ver al mismo prototipo de muchachito tratando de asaltar mi biblioteca, por la que no le darán un peso (porque está más que claro que la cultura y la inteligencia no valen un céntimo por estos días) y además tendría que llevársela soportada sobre diez carretillas de construcción, lo que elimina toda idea planificada de hurto.
Pero si de practicidad queremos hablar, me remitiré a un suceso entre cómico e incómodo que me sucedió hace un par de días, cuando fui a quedarme a la casa de un amigo cercano. El apartamento en cuestión, ubicado en un séptimo piso, llevaba cuatro días de total soledad, por cortesía de las fiestas de fin de año. Nuestra llegada fue normal hasta que un sonido poco característico motivó el encedido rápido del interruptor de la luz y tamaña fue la sorpresa al encontrar todo el apartamento cubierto por 1 cm de agua. El descuido y la emoción por la llegada del año nuevo, hicieron que los últimos en abandonarlo dejaran abiertas las llaves de las mangueras de la lavadora y la presión hizo estallar una, a la que no debieron bastarle más de 40 minutos para inundar todo el piso. Por solidaridad de huésped invitado, empecé a ayudar en el proceso de secado. Mi amigo muy tradicional él, pensaba gastarse toda la noche con el trapero, limpiando y recogiendo el agua. Yo, que además de ser práctica, odio los síntomas del túnel carpiano, procedí a echar mano de sus directorios telefónicos y empapelar el piso ya un poco libre de agua. El resultado: siete horas de buen sueño y el papel de los directorios, haciendo el trabajo por nosotros.
Sinceramente espero no ver otro encharcamiento similar dentro de 20 años, porque lo más seguro es que deba pasar la noche entera pasando trapero y el día siguiente con dolor en los antebrazos: los cds, los dvds, los kindle y los ipad no podrán hacer ese trabajo por mí.
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