De regionalismos se vive en todas partes. Paisa que se respete le encanta hacer gala de su capacidad para los negocios, Caleño de pura cepa se ufana de saber bailar como nadie, Costeño de verdad (no de los de agua dulce) destaca por su alegría y Rolo que sea rolo auténtico (suspiro) repite como cloqueo de pato que "Bogotá es Bogotá y lo demás es tierra caliente".
Ahora, cuando uno es de Santander la cosa es a otro precio...uno puede ufanarse de muchas cosas, pero la realidad es que el resto del mundo (el resto de Colombia para ser exactos), identifica a un Santandereano por una sola cosa: El mal carácter.
Es inevitable. Si un forastero se dedica a recorrer estas tierras, se encontrará con muy lindos paisajes, pero también muy agrestes. A nosotros no nos tocaron las cómodas montañas con clima primaveral que tienen los antioqueños; tampoco nos tocó un idílico altiplano lleno de vacas holstein y una ciudad hecha 2.600 metros más cerca de las estrellas; mucho menos unas ciudades planitas con playas amplias y un buen oleaje para pasar la tarde. No señor!!!, a nosotros nos tocaron las montañas más agrestes de los andes. Por eso somos berracos. Porque levantarse y hacer vida en terrenos como los del segundo cañón más grande del mundo no es fácil; porque crecer en una tierra agreste, dura, seca y lejos de los vientos benignos y del agua en abundancia, tiende a modificar el carácter. Pero debo reconocerlo, tiene sus ventajas.
El lío es que uno agarra fama. Empecemos por el acento: Hablar con un tono de voz fuerte y bastante firme, hace pensar a otros que uno siempre anda de mal genio, súmele a eso par de palabritas que no dejan de sonar altisonantes: "Es que los "chinos" no rinden en el colegio" "Es que esa "joda" está muy "arrecha"" "Es que ese sitio es "mucho ser" bonito". Todo lo anterior sale de nuestras bocas a unos desiveles insoportables para cualquier Bogotano/Paisa/Caleño (Costeño no, porque ellos si pueden hablan más duro que nosotros). Adicional a eso "uno no vive de pendejadas", por lo tanto uno "acostumbra a los chinos a andar sueltos por la calle" (para que aprendan a defenderse), no le gustan los abrazos, ni las demostraciones de afecto en grandes cantidades "venga manito, no sea tan meloso" (porque gente melosa, gente mañosa), saluda fuerte, "buenas", habla lo necesario y se despide sencillamente "Hasta Luego". Va diciendo además las cosas como van saliendo, sean buenas o sean malas "venga mano es que yo tengo que decirle algo".
Lo anterior por supuesto, no es fácil para los Antioqueños, cariñosos por naturaleza, ni para los rolos acostumbrados a encontrar en su gente el calor que le hace falta al clima de su tierra, mucho menos para un caleño, que se toma confianza rápido y tiende a ser tranquilo. Los únicos que medio nos toleran en buena medida son los costeños, porque nuestro tono de voz es suave en su concepto y porque su relax no tiene medida para describirlos.
Para los demás es un lío. Por experiencia lo digo; tuve una jefe paisa (duró tres meses en el cargo), ella llegó desde el primer día con su calidez y su acentico inocente a abrazarnos a todos y saludarnos de beso, bailaba en las reuniones de la empresa, se sentaba en las piernas de los compañeros de oficina y tomaba del pelo sin tapujos con los obreros de mantenimiento. Nosotros detestábamos los abrazos matutinos y respondíamos secamente su "¿cómo amaneciste pues mi amor canelo?" con un "buenos días Soraya, muy bien gracias"; el jefe de división miraba boquiabierto y con recelo sus bailes inaugurales y los compañeros de la oficina huían despavoridos ante su presencia e intenciones de acosarlos como quien no quiere la cosa (los de mantenimiento también lo hicieron con el tiempo). Finalmente Soraya y su amor canelo, regresaron afanosamente a su Medellín del alma, repitiendo constantemente "eh ave maría es que ustedes son muy toscos para el trato pues".
Hace un par de semanas mientras esperaba la ruta de transporte masivo, dos señoras ya entradas en años y con aquel acento tan característico de Bogotá y sus alrededores, estaban cerca mío mientras hablaban por teléfono "Es que los primeros meses dan duro" "uno acostumbrado a que allá todos son tan amorosos y aquí todos son secos y parece que vivieran siempre de mal genio" "toca acostumbrarse porque que más, pero da duro de verdad".
La tapa fue con una amiga, que mientras hacía la fila en algún sitio de diligencias, tuvo la mala suerte de que una caleña se le colara con desparpajo; al llamarle la atención al respecto, la susodicha respondió que qué terribles eran los Santandereanos todos peleones. Mi amiga, después de medir el show de la caleña, levantarle la ceja e intercambiar miradas con el resto, pensó en mi y en que si yo estuviera allá como buena Santandereana "le habría dado en la jeta pa que aprendiera y tuviera de qué quejarse", y entonces me contó el episodio yo por supuesto y sin pensarlo le respondí "quetal esa vieja, yo hubiera estado allá le doy en la jeta para que aprenda"...
Pero en el fondo somos buena gente, se los juro que a pesar de la tosquedad exterior, somos buenos anfitriones y detrás de aquel estado de aparente mal humor permanente, somos buenos amigos y puedo además asegurarles que aquella costumbre de decir las cosas de frente y sin mucho adorno, sólo entraña un deseo muy profundo de no ser hipócritas...porque Santandereano que se respete...pa' que nos ponemos con jodas mano...somos muy directos
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